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miércoles, 8 de octubre de 2014

LA INIQUIDAD DE LAS SOMBRAS (5)- Por Daniel Barragán

CAPITULO V
SONIDOS EN LA NOCHE

Con suma cautela la capitana Molina posó su mano sobre la aldaba del enorme portón, comprobando con alivio que el mismo no tenía echado ningún tipo de cerrojo. Con un leve chirrido, la gruesa hoja de madera fue corriéndose hacia adentro con lentitud.

Luego de un breve momento de indecisión, la mujer se asomó al exterior con el fin de comprobar que no existiera algún potencial peligro que pusiera en riesgo nuestra improvisada expedición punitiva. Sus rubios cabellos parecieron brillar con un fulgor ultraterreno, haciéndola parecer una inquietante figura fantasmal.

-Vamos- Dijo, luego de un silencioso lapso que me pareció eterno- Apaguen las luces. Hay luna llena y tenemos que evitar que alguien nos pueda ver.

Acto seguido abrió aún más la puerta, permitiéndonos poder salir al exterior. Cuando mis ojos se acostumbraron a la semioscuridad reinante, pude comprobar que el edificio en cuestión era una inmensa mole de mármol blanco que denotaba una inmensa antigüedad.

-“Como si siempre hubiera estado en este sitio… desde el principio de los tiempos”.

Luedo de atravesar una amplia arcada sostenida por unas inmensas y poderosas columnas, nos detuvimos al borde de una escalinata de iguales características que el edificio que se hallaba a nuestras espaldas. Sin atrevernos a continuar con la marcha, nuestra atención se concentró en el panorama nocturno que se abría ante nosotros.

A nuestros pies, donde culminaba la escalera, se extendía una calle adoquinada que se perdía, en una pronunciada barranca descendente, hacia la oscuridad de una noche iluminada únicamente por la luz de la luna. 

A los lados de la misma, conformando una suerte de bizarra e infranqueable atalaya, una serie interminable de antiguas casas de estrechos capiteles y ángulos extraños, alzaban sus sombrías paredes hacia el cielo. Las ventanas, trabajadas con vitreaux de intrincada tracería, no mostraban la menor señal de vida.

La calle era un único silencio. Un silencio tan demoledor que llegaba a repercutir de manera siniestra en mis oídos, como si de pronto me hubiera quedado totalmente sordo.

Un nuevo estremecimiento recorrió todo mi cuerpo ante el primitivo espectáculo que se desplegaba ante nosotros. Un viento gélido me acarició tenuemente el rostro, trayendo consigo sonidos que me resultaron imposibles de poder llegar a discernir.

-“¿Voces? ¿Ecos de recuerdos pasados?”- Pensé, con un temor creciente que no podía ni quería dejar de lado. No pude evitar volver a recordar la pesadilla que había tenido al perder el conocimiento durante el accidente.

Agité la cabeza, en un intento por despejar el extraño aturdimiento que estaba comenzando a anegar mi mente. Al dirigir mi atención hacia el resto de mis compañeros, pude comprobar que los mismos estaban siendo afectados por el sobrenatural embrujo que parecía haberse posicionado sobre mi persona.

Mi súbito movimiento se encargó de sacarlos del extraño estado de trance que parecía haberse hecho con todos nosotros. Como era de esperar, la primera en reaccionar fue la capitana:-

-Es mejor que nos pongamos en marcha de una buena vez. No tengo necesidad de repetirles que lo hagamos con el mayor de los cuidados- Pulsó el comunicador que llevaba en su muñeca- Gorg, ya estamos en marcha...

Le respondió una tremenda estática y la débil voz del segundo de abordo:-

-rrrrzzzztendidozzzcaptzzzz...

-¡¡Malditas porquerías!!- Exclamó con furia mal contenida la capitana.

-Los comunicadores también están siendo afectados por esa interferencia- Comentó Arthus, comprobando el funcionamiento de su propio equipo- Solo espero que los detectores no pierdan su efectividad, ahora que más los necesitamos.

-No se preocupe por eso capitana- Respondió Andersen, que no había perdido para nada su frío optimismo- Los detectores nos podrán guiar hasta la fuente de la distorsión. Si logramos desactivarla, lo más probable es que desaparezcan todos los problemas que tenemos.

Molina dudó unos instantes, como si estuviera sopesando el continuar o no con la misión. La falta de comunicación con la nave era una fuerte baza para suspenderla, pero una nueva intervención de Andersen cortó todas mis esperanzas de lo que consideraba una sensata decisión.

-Capitana, como ya le dije antes dudo que la misión pueda llevarnos más allá de un par de horas. Según pude comprobar, la fuente de emisión no se encuentra lejos de aquí. Estoy casi seguro que podemos llevar a cabo la misión sin necesidad de estar permanentemente comunicados con la Juan Salvo.

Este último razonamiento decidió a nuestra jefa de expedición que, con paso firme, comenzó a descender con rapidez la escalinata. Una vez que hubimos llegado a la amplia calle, iniciamos nuestra marcha barranca abajo, casi pegados a las altas cercas de hierro forjado que nos separaban de las antiquísimas mansiones.

Sumidos en total silencio, continuamos en apretada marcha por espacio de unos diez minutos. A pesar de la calma reinante, yo no podía dejar de mirar hacia los oscuros ventanales de las viejas edificaciones en busca de algún movimiento, una sombra, que delatara la presencia de habitantes en su interior. 

Más que casas se me antojaron que las mismas eran realmente oscuros mausoleos, guardianes de tiempos muertos y olvidados, a los cuales no debíamos dejar en paz. Creí volver a escuchar ese tenue sonido de voces lejanas...

La capitana, que iba en el último lugar, se detuvo bruscamente.

Como si fuéramos un único individuo, todos la imitamos. Nuestras miradas convergieron sobre ella, que en ese momento se hallaba de espaldas observando el camino por el cual habíamos estado descendiendo. Igual que mis compañeros, escruté hacia la altura en busca de alguna pista que nos indicara la alarmante actitud de nuestra jefa. 

No pude ver absolutamente nada... tan solo el perfil de la inmensa biblioteca y un montón de hojas secas empujadas por el viento.

-¿Qué pasa capitana?- Pregunté, acercándome a ella.

-No sé... –Molina dejó entrever un gesto que la transformó en una persona sumamente aterrada, un inquietante detalle que hizo erizar mis cortos cabellos- El sonido que creí escuchar en la biblioteca, como de algo que se arrastraba... me pareció sentirlo detrás de mí.

-Seguro que se trata del viento... –Dijo Andersen, sin dejar de mirar hacia el camino que habíamos recorrido- Creo que es mejor que sigamos... el tiempo apremia.

Haciendo un evidente esfuerzo, Molina se recompuso y su rostro volvió a la pétrea belleza que lo caracterizaba. Finalmente dijo:-

-Usted Dewan tome el puesto de la retaguardia y esté muy atento a lo que suceda a nuestras espaldas.

A medida que nos alejábamos de la biblioteca, mi mirada se dirigió una y otra vez hacia atrás en busca de algo que pudiera estar amenazándonos. La inmensa mole de la biblioteca, y nuestro único contacto con nuestro presente, fue disolviéndose poco a poco en la oscuridad. Advirtiendo mi inquietud, Arthus se puso a la par mía y me dijo en voz muy baja:-

-Dewan, tengo algo que confesarte. No quiero que nadie lo sepa pues, hasta que la capitana hizo ese comentario, creí que me hallaba envuelto en un sueño... y todavía no estoy seguro que no haya sido así–Lanzó un profundo suspiro y dijo con inaudible rapidez- A vos no puedo ocultártelo, pero... lo que ella escuchó, yo también pude percibirlo.

Lo miré vivamente impresionado y supe, por la palidez presente en el rostro de mi amigo, que me estaba diciendo la verdad. Arthus no era precisamente una persona imaginativa, por lo que tomé muy en serio su confesión.

-¿Qué es lo que escuchaste exactamente?- Pregunté, mientras veía alejarse a Molina y Andersen.

-Como si algo estuviera arrastrándose tras de nosotros. Un ruido demasiado extraño como para poder explicarlo con coherencia... –Calló unos instantes, sopesando lo que diría a continuación- De lo único que si estoy seguro es que, sea lo que sea, algo nos está acechando.

-“¿Algo?”- Me pregunté estremecido.

Eché una nueva mirada hacia atrás. Una espesa niebla estaba comenzando a levantarse en ese momento. Traté de imaginarme que sería lo que nos estaba siguiendo y mi imaginación se encargó de enriquecer aún más mis temores.

-¿Qué podemos hacer al respecto?- Pregunté.

-Estar muy atentos a lo que pase. La capitana es una buena mina, pero está empecinada en encontrar a esos supuestos Tempoterroristas- Me contestó Arthus, mientras apuraba su avance- Quizá sería conveniente que tengas el arma lista para matar...

CONTINUA...

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