A lo largo
del accidentado y duro camino que tuvo que recorrer la historieta argentina se
han ido asentando numerosos e importantes hitos, que incluso llegaron a obtener
el reconocimiento a nivel internacional.
Muchos son
los guionistas y dibujantes que, a través de sus creaciones, pudieron trascender
más allá de las simples páginas de un diario o un semanario de actualidad para
finalmente transformarse en parte de nuestro acerbo cultural.
Uno de estos grandes
creadores fue sin duda alguna Joaquín Lavado (1932), un mendocino que sería mayormente conocido por el apodo de Quino.
El mayor
pecado cometido por su parte es haber traído a este atribulado mundo a una
nenita con peinado ridículo a la cual no le gustaba la sopa... pero que la
tenía reclara.
La niñita de
marras se llamaba nada más ni nada menos que Mafalda.
Corría el año
1962 cuando, a instancias del humorista Miguel Brascó, la Compañía Siam Di
Tella le encargó a Quino (que ya venía trabajando para revistas como Rico Tipo,
Tía Vicenta y Leoplan) la creación de un personaje infantil que promocionara su
línea de electrodomésticos Mansfield y cuya primera letra empezara con la letra
M.
Por supuesto,
todos ustedes se imaginarán quien fue dicho personaje.
Lamentablemente,
este proyecto no prosperó, por lo que el material quedo totalmente inédito al no ser publicado en ningún medio impreso. Pero el
nacimiento oficial de este entrañable personaje no ocurriría hasta el 29 de
septiembre de 1964 cuando Mafalda vio finalmente la luz en el suplemento
humorístico de la revista Leoplan, gracias a la ayuda de sus amigos Julián
Delgado, que era el jefe de redacción de la misma, y Miguel Brascó, los cuales
vieron en esos sencillos dibujos una auténtica mina de oro.
En esas tiras
de apenas 3 o 4 cuadritos se trataban, con gran ingenio y un humor sumamente
ácido, la actualidad político social de nuestro país y del mundo, a la vez que
dejaba al desnudo todas las pequeñas miserias que aquejaban a los seres
humanos.
El éxito de
la tira fue incuestionable y el mito comenzó a crecer... y con el, toda una
generación de argentinos.
Como era de
esperar, también fueron creciendo sus personajes, no solo en calidad si no que
también en número. En 1965 hizo su aparición Felipe, como una suerte de
contrapunto de la contestataria Mafalda, un chico excesivamente imaginativo,
inocentón e inseguro.
La tira pasó
al diario El Mundo a partir de 1965, extendiéndose su publicación hasta el
cierre del mismo en 1967, para luego ser editado por otros periódicos en el
interior del país.
En su
andadura Quino se aboca a la creación de nuevos personajes, con el fin de ir
enriqueciendo la historia. Así nace Manolito, Susanita y Miguelito (creados a
partir de estereotipos de la conducta humana) los cuales cobraron protagonismo
propio, llegando incluso a ponerse a la altura del personaje principal.
La posta de
la publicación fue tomada en 1968 por la revista Siete Días Ilustrados,
iniciándose con el nacimiento de Guille, el genial hermanito de Mafalda. Más
tarde llegarían la tortuga Democracia (obviemos cualquier tipo de explicación
al respecto, pues se cae de maduro) y una pequeñina llamada Libertad (1970),
que poseía un diálogo aun más denso y más ácido que la mismísima Mafalda.
En 1970,
alentados por el creciente éxito del personaje, Ediciones De La Flor inició la
recopilación de las tiras en unos 19 coquetos tomitos y fue así como la fama de
Quino se disparó más allá de las fronteras. Como dato anecdótico, les hago
saber que en estas ediciones fueron omitidas una serie de tiras, con marcadas
referencias de índole política, que probablemente no hubieran podido salvarse
de la censura de esos tiempos.
Pero, a pesar
de cosechar premios y éxitos, todo ese maravilloso universo esta llegando a su
fin.
Cansado ya
del personaje, ante la incipiente falta de ideas para seguir desarrollándola y
con la sana filosofía de no encasillarse, Quino abandonó la serie en 1973 y se
dedicó a la publicación de chistes en diarios, revistas y libros
recopilatorios, como A Mi No Me Grite, Yo Que Usted y Gente en su Sitio, solo
por nombrar algunos.
De vez en
cuando, se encargó de realizar algunos dibujos en campañas solidarias (como El
Hospital de Niños o UNICEF), en las que usó a sus queridos personajes como una
suerte de embajadores de buena voluntad.
A pesar del
abandono de su autor, el impulso propio de su creación superó con creces todo
lo que se esperaba de él.
Prueba de ello, fue la emisión de una serie de cortos animados, estrenados en 1972 en el canal Once –actualmente conocido
como Telefe-, los cuales fueron producidos por Daniel Mallo y Oscar Desplats
(un amigo de quien les escribe, que incluso tuvo la gran amabilidad de regalarme
algunos slides de animación).
-SLIDE DE ANIMACIÓN ORIGINAL QUE EL ANIMADOR OSCAR DESPLATS ME REGALARA. NÓTESE LAS ESCRITURAS SEÑALANDO LOS DETALLES PARA REALIZAR LA FILMACIÓN- |
Estos cortos fueron dirigidos por Catú (Jorge
Martín), con guiones de Alberto Cabado (sobre ideas de Quino). En 1981, estos
capítulos fueron recopilados en un largometraje, que fue dirigida por Carlos D.
Márquez. Si bien en la Argentina no generó el éxito que se esperaba, esta
producción obtuvo lo que se merecía en Italia, cuyo público adoptó con mucho
entusiasmo a estos personajes.
Posteriormente,
en 1994, el realizador cubano Juan Padrón se encargó de dirigir 104 episodios
sobre los personajes de Quino, esta vez más centrado en la acción que
en los diálogos de los mismos. Dicha serie seria también compilada en un
largometraje de 80 minutos de duración.
Otras
recopilaciones de la tira, editadas nuevamente por De La Flor, lograron tener
un buen éxito de ventas y a su vez sirvieron para no dejar caer en el olvido a
estos queridos niños terribles, los cuales supieron abrir nuestros legañosos
ojos a una terrible realidad que día a día parece ir apoderándose de nuestras
existencias. Los más destacados fueron Mafalda Inédita (1989) y Todo Mafalda
(1993), en los incluso se agregó el material que en su momento fue muy
cuestionado por los gobiernos militares de turno y las gentes de buen ver.
Cuando de
tanto en tanto agarro el Todo Mafalda, leyendo acá y allá algunas de sus tiras,
casi siempre me pregunto… ¿Cómo se explica el éxito generado por Mafalda y sus amigos? ¿Por
qué permanece actual aun después del tiempo transcurrido? ¿Será por el
estereotipo tan bien desarrollado de sus personajes y situaciones? ¿Será que nuestras realidades han cambiado poco o nada?
Si quieren
saber las respuestas, tómense el trabajo de leerla y disfrutarla... no tiene
ningún desperdicio.
Mafalda va
más allá del contexto de la historieta, transformándola en una suerte de
fenómeno socio-cultural de una Argentina atemporal. A veces uno tiende a
sentirse identificado con la actitud contestataria de esa nenita con peinado
ridículo... pero que la tiene reclara. Mucho más en este mundo del siglo XXI, que poco a poco
parece estar encaminándose hacia el abismo.
¿Será por eso
que me sigue sin gustar la sopa?
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