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lunes, 26 de noviembre de 2018

COMO UN LADRON EN LA NOCHE- Daniel Barragán

Como si fuera un ladrón en la noche,
pienso robarte un beso así, como de repente,
sin meditar las consecuencias de ese vandálico hecho.

Como si fuera un ladrón en la noche,
pienso apoderarme de tus lágrimas
para que así puedas por fin sonreírme
y, quien te dice, tal vez llegar a amarme.

Como si fuera un ladrón en la noche,
pienso despojarte de tus ropas, saborear tu suave piel
y sorprenderte en cada rincón escondido de tu cuerpo.

Como si fuera un ladrón en la noche,
pienso tomarte en mis brazos y llevarte a mi lecho,
nuestro lecho, para transformar tu sorpresa en jadeos.

Como si fuera un ladrón en la noche,
pienso hacerte mía, en cuerpo y alma, casi sin pensarlo,
sin arrepentirme en nada por sentirme así,
tan demencialmente atrevido, tan impulsivo en mis actos.

Como si fuera un ladrón en la noche,
pienso adueñarme impunemente de tus sueños,
de tus secretos y de tus esperanzas,
para hacerlos por fin míos y transformarlos en realidades.

Como si fuera un ladrón en la noche,
pienso asaltar tu oscuridad para vencer tus miedos y pesares
para poder abrir tu corazón a la luz de una nueva mañana.

Como si fuera un ladrón en la noche,
pienso invadir tu vida de manera inesperada
y, lejos de huir en la oscuridad, dejaré que me atrapes.

jueves, 15 de noviembre de 2018

LA CALMA DESPUES DE LA TORMENTA -Daniel Barragán-


La calma después de la tormenta, amor mío
volverá a despertar en nuestros cuerpos emociones secretas,
sensaciones casi olvidadas, apenas entrevistas.

Yaces, mi amor, en mi envolvente abrazo
casi perdida en la ensoñación de tus sublimes pasiones
y, en esa calma, puedo sentir aun tu estremecido cuerpo,
tus suspiros, tu fuego latente,
esa calidez que emana aún de ti.

Y yo, simple mortal, trato de contener todo eso, vano intento,
ya que es mi propio corazón el que flaquea cargado de pasiones.

Abres por fin tus ojos pues ya sabes que la tormenta,
esa noche salvaje de jadeos mal contenidos,
donde mis labios se demoraron una y otra vez en la bahía de tus piernas
y en que te dejaste llevar por la sencilla desnudez de tu existencia,
ha cedido su lugar a la arrobada contemplación.
Al grato instante en que tú conciencia cobra realidad.

Y sonríes para que yo sonría.
Y me miras para que yo te vea.
Y me tocas para que yo te sienta.
Mía, tan mía. Tuyo, tan tuyo.

La calma después de la tormenta, amor mío,
pone un breve fin a los gritos destemplados.
A los incontenibles gemidos.
Pues la carne ardiente por fin es difícilmente contenida,
apenas dormida y sabedora ella de lo que espera
más allá de esa calma que ahora envuelve nuestras existencias.

Y queda, en ese breve instante, imperando el silencio,
ese cómodo pasar de cuerpos entrelazados,
de besos escondidos en sitios jamás alcanzados.
y suaves susurros llenos de inconfesables promesas.

La calma después de la tormenta, amor mío, Es apenas un resuello.
Una breve oportunidad para sentir el sabor de tus besos,

el cansado arrullo de tu suave voz agitada por la pasión
y los apresurados latidos que anidan bajo la curva de tus pechos.
Una oportunidad de volver a sumergirse en las profundidades de tu alma
De tu luminosa alma, una poderosa llama en la cual ya no temo quemarme
pues, lejos de destruir mi ser, lo renueva y lo mejora.

Y es así como, amor mío, quisiera siempre verte.
Cada noche, cada día, cada hora del resto de nuestras vidas,
inmersos en una eterna sucesión de tormentas y de calmas
que nos envuelva en el éxtasis de nuestros cuerpos tan deseados.

La calma después de la tormenta, amor mío,
es tan solo un pequeño respiro, sabelo.
Un callado y vibrante momento de iluminada revelación,
en el cual dejo de mirarte para por fin verte,
para perderme definitivamente en el abismo de tus ojos,
disfrutar de tu sonrisa que me hace sonreír,
escuchar el latido de tu corazón que me hace vivir
y atesorar el calor de tu cuerpo que me hace sentir.

domingo, 4 de noviembre de 2018

SU SECRETO- Daniel H. Barragán

He descubierto su secreto. Por fin sé su escondido secreto.
Casi por una casualidad, o quizá por las voces de mi corazón
que retumban ensordecedoras cuando estoy a su lado
y percibo el incontenible poder de su existencia.

Ella es como una tigresa salvaje, indomable, formidable.
Una feroz criatura de arrolladora belleza, una fuerza primigenia,
un poder elemental nacido en la noche de los tiempos
que puede llegar a herir profundamente
a todo aquel que no esté preparado para llegar a contenerla.

Ella es un ser libre, una deliciosa criatura imposible de conquistar,
una tentadora presa que muchos han intentado domar,
ignorantes cazadores ganados por el deseo de convertirla en un trofeo
que pueda destruir, de alguna manera, el extraño temor engendrado ante ella,
sin ser en absoluto conscientes que ese es, y ha sido, su más craso error.

Ella es pura vitalidad. Poderosa determinación, avasalladoramente intensa.
Ella es como la marea. Una tormenta que destruye todo, pero que renueva,
dejando tu ser desnudo a increíbles sensaciones, al éxtasis de una nueva existencia
en la cual ella, fiel amante, entregará de sí alma, corazón y carne.

Ella es el fuego elemental, destructor y dador de vida
pues de su interior emana un brillo tal que te enceguece,
e ilumina nuevos caminos, devasta prejuicios, alimenta emociones,
te envuelve en el calor de su alma y te transforma.

Y yo sé su secreto. Por fin se su más escondido secreto.
Casi por casualidad, tales son los misterios de las pasiones que habitan en todos,
pues ella es la indiscutible dueña de mi corazón ya cansado de tristes historias.
De amores perdidos. De sueños derrocados por la molicie cotidiana.

Ella no es como cualquiera que he conocido, y eso la vuelve única a mis ojos.
Ella es poderosa, indomable, salvajemente hermosa.
Yo he podido vislumbrar esa feroz voluntad en la cual fue inspirada
con un poder tal que atrae, incontenible, cada fibra de mi agitada alma.

Ella no es alguien pasible de ser conquistada cual si fuera un premio
o una débil presa a la cual enjaular para satisfacer ignominiosos placeres.
Ella es una mujer en toda la potestad de su extraordinaria presencia.
Ella es un espíritu libre. Un corazón feroz. Un alma ahíta de pasiones.

No me siento un cazador y mucho menos un conquistador.
No quiero ser su dueño, ni atraparla y, mucho menos, dañarla.
Soy tan solo un hombre que, con manos desnudas y corazón abierto,
se encuentra dispuesto a dejarse llevar por el placer de su descubrimiento,
aguardando, a veces sin esperanzas, el poder ganar su muy esquiva confianza.

Aun a riesgo de recibir profundas heridas, o de ser devorado,
con paso firme, a ella me acerco con la mano tendida
dispuesto a entregar todo mi ser ante su feroz comparecencia
y, en algún momento soñado, poder llegar a abrazarla, sin querer atraparla.
A contenerla con mi boca, mi cuerpo todo, sin pensar jamás en enjaularla.

Ofrecerle una caricia, una flor o un poema apenas esbozado
para que por fin pueda descansar en mi regazo y así poder cuidarla.
Pues yo sé su secreto, su más escondido secreto
Ese secreto gracias al cual he aprendido a amarla.