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jueves, 16 de julio de 2015

LA INIQUIDAD DE LAS SOMBRAS (17) por Daniel Barragán

CAPITULO XIII
REALIDADES INTERPUESTAS

Luego de casi seis meses, por fin pude abandonar esa suerte de hospital-prisión en el que me habían mantenido encerrado. Tan solo la dulce Annah, que durante ese tiempo apenas si se despegó de mi lado, fue la única persona que me acompañó hasta la terraza del hospital en donde se hallaba aguardando el aerotaxi que me sacaría de allí.

-¿Me vas a mandar algún mensaje de vez en cuando?- Fue su pregunta, luego de un largo y embarazoso silencio. En el tono de su voz se evidenciaba la ansiedad que en esos momentos la embargaba.

Su largo cabello negro ondeó al viento, enmarcando un hermoso rostro que daba señales inequívocas de los perturbados sentimientos que estaban anidando en su interior. Sabía que, de haberlo querido, mi relación con ella hubiera podido arribar a buen puerto. Pero no lo hice.

Había todavía muchos sitios oscuros escondidos en lo profundo de mi alma y no tenía ningún deseo que justamente ella fuera quien los descubriera. Aun esa terrible noche se interponía entre nosotros con todo el horror que podía emanar de sí.

Ese oscuro pueblo y sus habitantes. Esas monstruosas criaturas. Ese sacerdote diabólico. Esa cruz daga de intrincada tracería...

Ese recuerdo final que negaba hacerse presente.

A pesar de estar dispuesta a brindarme su cálido amor, Annah no estaba preparada para soportar todo eso y yo no tenía ningún derecho en destruir lo único bueno que me había pasado en los últimos meses.

La abracé brevemente y, dejándole únicamente mi dirección de correo electrónico, salí  por fin de su vida y de sus sueños. Pude escuchar su apagado llanto a mis espaldas. 

-¡Dios te pueda proteger de todo mal!- Murmuré apesadumbrado, mientras me dirigía al sector de despegue.

Me acomodé en el asiento trasero del vehículo, el cual se elevó con rapidez hacia el brumoso cielo de la mañana. A medida que el aerotaxi se alejaba, la figura de la persona que más había amado en toda mi vida desapareció en la distancia. Al mirar hacia delante, pude vislumbrar la inmensa mole de ciudad Helios, que iba creciendo con cada minuto que pasaba.

Dejando de lado ese paisaje, volví a leer en mi pad el correo electrónico que recibiera poco antes de abandonar el hospital. El mismo tenía en su parte superior el inconfundible logo del consorcio Kronos y la palabra: CONFIDENCIAL - SOLO PARA SUS OJOS, grabado en un tipo de letra que solo mi espectro de visión podía captar. 

El mensaje contenido en el memo era sencillo y categórico: debía presentarme en las oficinas principales de la empresa para informarme sobre mi actual status. No tuve la menor duda sobre los motivos de tan urgente reunión.

Según había leído en las páginas de Overnet, las cosas no habían ido nada bien luego del desastre de la Juan Salvo. En los meses que siguieron a mi internación en el hospital, numerosas catástrofes habían hecho que los viajes en el tiempo, incluso los de índole turística, pasaran a transformarse en una peligrosa empresa.

La Edgard Allan Poe, la tempo-esfera en donde realicé mis primeras exploraciones. La nave insignia de la flota H. G. Wells. La Moebius, al mando de mi amigo Yon Difoll. Treinta cinco naves habían desaparecido en los entramados temporales sin dejar el menor rastro... y con ellas, cientos de vidas.

Otras tantas habían retornado en un estado desastroso y con sus tripulaciones mermadas. Esos poco sobrevivientes había sido internados inmediatamente en varios institutos especializados, entre ellos el de Nueva York, padeciendo deformaciones corporales que resultaban totalmente inexplicables.

Las aterradas autoridades gubernamentales habían cancelado de momento los viajes temporales. Públicamente, se culpó de los supuestos accidentes a los Tempoterroristas y fueron organizados grandes planes de búsqueda por todo el mundo. Se haría justicia a tan aberrante atentado en contra de la humanidad.

Pero la verdad, como yo lo sabía muy bien, era totalmente distinta.

-Discúlpeme señor, pero ya estamos llegando a su lugar de destino- me dijo el conductor, sacándome de mis lóbregos pensamientos.

El aerotaxi comenzó a descender velozmente entre la multitud de edificios, de más de 600 metros de altura, que conformaban la gigantesca megápolis conocida como ciudad Helios. Con precisión milimétrica se dirigió hacia una amplia explanada que se hallaba sobre uno de los costados de una estructura de forma piramidal perteneciente al poderoso consorcio comercial Kronos. Una vez que hube bajado del aparato, me dirigí hacia una de las puertas de entrada.

-Soy el doctor Dewan Bars, número de identificación 1-008-4B, del sector de paleobiología- Dije, presentando mi identificación genética al guardia electrónico instalado en la sala de admisiones- Tengo una cita con el administrador Corvan.

-Lo están esperando Doctor Bars- Me contestó una voz fría y mecanizada- Debe dirigirse al piso 355. Ascensor 18. Un guardia de seguridad lo va a acompañar.

Seguido de cerca por el guardia, que me miraba como si yo fuera una especie de extraña criatura, tomé el ascensor que me fuera indicado, el cual me llevó a gran velocidad a mi lugar de destino.

La puerta del elevador se abrió a una oficina en la que se destacaba un amplio ventanal que daba al sector este de la ciudad. Los inmensos edificios, que podían verse a través de la misma, elevaban sus poderosas estructuras de acero y polímero metálico transparente hacia el sol matinal, semejando inmensas y brillantes cuchillas. 

A pesar de lo increíble de la visión que tenía frente a mí, toda esa prueba de nuestra evolución sobre el planeta me pareció temblorosa. Irreal. Como si todo ello fuera producto de un sueño. Por unos instantes creí ver algo más, como una sombra, que parecía esconderse detrás de las ciclópeas edificaciones. 

Algo terrible y aterrador.
-Doctor Bars, siéntese por favor- Dijo el administrador Corvan a mis espaldas, sacándome de mi estado de ensueño.

Cuando volví a mirar por el ventanal, la ciudad parecía nuevamente real. Poderosa en su magnificencia.

Tratando de tranquilizar mi acelerado corazón, me senté en una de las butacas que se hallaban frente a un gran escritorio. Detrás del mismo se encontraba un hombre alto y enjuto, de pelo negro cortado al ras, del cual emanaba un aire de extrema eficiencia. En sus ojos pude leer los mismos signos de miedo y desconfianza que había observado en el guardia pocos instantes atrás. No hizo el menor gesto para darme la mano a modo de saludo.

Añoré no tener a Annah conmigo.

Intentando disimular la poco propicia situación, sonreí de manera amistosa y finalmente dije:-

-Espero no hacerle perder mucho de su valioso tiempo administrador pero, según el mensaje de texto que recibí esta mañana, tenía que hablar con usted con respecto a mi futuro en esta empresa.

Al ver mi rostro afable, parte de la hosquedad de Corvan dio paso a una actitud más amable, como si se hubiera arrepentido de mostrarse tan duro con una persona que no se lo merecía.

-Doctor Bars... discúlpeme que lo recibiéramos de forma tan precipitada, luego de haber estado tanto tiempo convaleciente. En estos días estamos muy atareados con todo lo que ha sucedido- Volvió a mirarme fijamente, estudiándome con detenimiento. Finalmente extendió su mano por sobre el escritorio, estrechando la mía- Permítame decirle que es un placer volver a tenerlo nuevamente dentro de nuestro plantel de trabajo. En estos tiempos tan duros es bueno que esté de nuestro lado un profesional de su talla, pero... –Corvan dudó un instante, sin saber cómo continuar- Como usted ya debe saber, el gobierno ha suspendido totalmente los viajes temporales y, lamentablemente, sus servicios en este momento no son requeridos... 

Suspiré aliviado ante la noticia de que me había quedado sin empleo. Por nada del mundo volvería a vivir la misma experiencia que había sufrido a bordo de la Juan Salvo. Treinta y cinco naves perdidas y otras tantas siniestradas eran prueba suficiente como para no continuar con esa locura por conocer el pasado. Aun mi estado mental era bastante inestable, por más que los médicos y psicólogos pensaran lo contrario, y muchas oscuridades yacían escondidas en lo más recóndito de mi alma.

-Entiendo perfectamente la situación que me está planteando- Contesté, tratando de no evidenciar ningún sentimiento al respecto- Todavía hay un puesto que me está esperando en la Universidad de Megabaires y tengo preparado un ciclo de conferencias sobre meta-ingeniería genética en algunas universidades de la Unión Europea y la República Indostana que pueden asegurar mi futuro profesional...

-El dinero no es el problema... a pesar de esta debacle económica, el consorcio Kronos y el Gobierno Central, se encargará de mantener su sueldo hasta que las cosas se estabilicen. Aún conserva la categoría 4 B- El administrador no pudo evitar volver a mirarme de la misma forma que lo había hecho unos minutos atrás- Solo le pedimos que mantenga absoluta reserva sobre lo sucedido en la expedición. El consorcio tiene numerosas acciones en otros rubros tecnológicos y una palabra mal dicha en un mal momento puede resultar catastrófica para nuestros intereses. No tengo tampoco que recordarle que la investigación sobre el caso aún sigue abierta y probablemente sea requerida su presencia para futuros interrogatorios.

-Me parece bien- Contesté resignadamente. No me importaba prometer cualquier cosa, con tal de poder alejarme del lugar al que ya odiaba con todo mí ser- Solo le pido una cosa... quizá un pequeño favor, antes de poder continuar con mis actividades académicas.

-Lo que usted desee mi amigo. En lo que podamos servirle, la empresa está a su entera disposición.

-Únicamente solicito un pase especial para poder visitar el Neuropsiquiátrico de Nueva York- Contesté, tratando de no demostrar demasiada ansiedad- Quiero ver a mi amigo, el doctor Cedis...

Corvan me miró asustado, como si temiera decirme algo terrible. Sus dedos tamborilearon nerviosos sobre el gran escritorio de polimetal, mientras se debatía en una interminable serie de dudas.

-No es necesario que me mienta sobre la condición del doctor Cedis, pues yo sé perfectamente lo que ha pasado- Dije, anticipándome a su respuesta- El hospital de Nueva York ya tiene sobrada reputación dentro de los círculos científicos como para imaginar cuál es su estado de salud.

-Pero Doctor Bars... usted no puede llegar jamás a imaginarse el estado actual de su amigo. En estos momentos se halla aislado, junto a otras víctimas de los atentados Tempoterroristas- Al escuchar esas palabras comprendí que el administrador desconocía los verdaderos motivos de la catástrofe la Juan Salvo- Está calificado como prioridad gubernamental 01-A... y usted sabe bien lo que eso significa.

Categoría 01-A. Peligro biológico clase 1. Eso significaba que el Gobierno Central consideraba a Arthus como un potencial riesgo epidemiológico, quizá a la altura de la temible enfermedad de Van Hess o el SIDA transcutáneo. Me sentí horrorizado ante esa increíble revelación.

-Yo sé que ustedes pueden otorgarme un pase- Fue lo único que respondí, tratando de atenerme a mi idea original- Es lo único que estoy pidiendo. Se trata de mi amigo de toda la vida...

Al ver mi gesto implorante, el administrador Corvan suavizó nuevamente sus duros rasgos y me pareció vislumbrar cierta compasión por mi situación.

-Siempre es bueno tener amigos, ya sea en las buenas o en las malas. Quizá una visita de su parte pueda llegar a ser útil en las investigaciones que se están realizando.

Corvan tocó un sector de la superficie de su escritorio, sobre el cual se abrió una pantalla plásmica. Durante unos instantes permaneció callado, leyendo los informes que se iban sucediendo. Sin mirarme, tan absorto estaba con lo que leía, finalmente dijo:-

-Déjeme ver qué puedo hacer al respecto. Lo llamaremos si tenemos alguna novedad.

Luego de los saludos de rigor, salí por fin al exterior del edificio y dirigí mi atención hacia el cielo azul, en un intento por encontrar algo de paz en mi interior. Pero ese cielo se me antojó extraño, como si todo en lo que siempre había creído pudiera esfumarse en cualquier momento.

-Es real... –Murmuré con creciente ansiedad- Todo esto es re...


(Los que acechan)

Sentí un leve mareo. Un desenfoque en mi mirada. Reprimí un grito del más puro terror, cuando mis ojos pudieron horadar ese firmamento que creía tan conocido. Por unos instantes me pareció entrever una oscura sombra.

Una sombra que permanecía acechante más allá de nuestra supuesta realidad.


CONTINUA...

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