La calma después de la tormenta, amor mío
volverá a despertar en nuestros cuerpos emociones secretas,
sensaciones casi olvidadas, apenas entrevistas.
Yaces, mi amor, en mi envolvente abrazo
casi perdida en la ensoñación de tus sublimes pasiones
y, en esa calma, puedo sentir aun tu estremecido cuerpo,
tus suspiros, tu fuego latente,
esa calidez que emana aún de ti.
Y yo, simple mortal, trato de contener todo eso, vano intento,
ya que es mi propio corazón el que flaquea cargado de pasiones.
Abres por fin tus ojos pues ya sabes que la tormenta,
esa noche salvaje de jadeos mal contenidos,
donde mis labios se demoraron una y otra vez en la bahía de tus piernas
y en que te dejaste llevar por la sencilla desnudez de tu existencia,
ha cedido su lugar a la arrobada contemplación.
Al grato instante en que tú conciencia cobra realidad.
Y sonríes para que yo sonría.
Y me miras para que yo te vea.
Y me tocas para que yo te sienta.
Mía, tan mía. Tuyo, tan tuyo.
La calma después de la tormenta, amor mío,
pone un breve fin a los gritos destemplados.
A los incontenibles gemidos.
Pues la carne ardiente por fin es difícilmente contenida,
apenas dormida y sabedora ella de lo que espera
más allá de esa calma que ahora envuelve nuestras existencias.
Y queda, en ese breve instante, imperando el silencio,
ese cómodo pasar de cuerpos entrelazados,
de besos escondidos en sitios jamás alcanzados.
y suaves susurros llenos de inconfesables promesas.
La calma después de la tormenta, amor mío, Es apenas un resuello.
Una breve oportunidad para sentir el sabor de tus besos,
el cansado arrullo de tu suave voz agitada por la pasión
y los apresurados latidos que anidan bajo la curva de tus pechos.
Una oportunidad de volver a sumergirse en las profundidades de tu alma
De tu luminosa alma, una poderosa llama en la cual ya no temo quemarme
pues, lejos de destruir mi ser, lo renueva y lo mejora.
Y es así como, amor mío, quisiera siempre verte.
Cada noche, cada día, cada hora del resto de nuestras vidas,
inmersos en una eterna sucesión de tormentas y de calmas
que nos envuelva en el éxtasis de nuestros cuerpos tan deseados.
La calma después de la tormenta, amor mío,
es tan solo un pequeño respiro, sabelo.
Un callado y vibrante momento de iluminada revelación,
en el cual dejo de mirarte para por fin verte,
para perderme definitivamente en el abismo de tus ojos,
disfrutar de tu sonrisa que me hace sonreír,
escuchar el latido de tu corazón que me hace vivir
y atesorar el calor de tu cuerpo que me hace sentir.
y los apresurados latidos que anidan bajo la curva de tus pechos.
Una oportunidad de volver a sumergirse en las profundidades de tu alma
De tu luminosa alma, una poderosa llama en la cual ya no temo quemarme
pues, lejos de destruir mi ser, lo renueva y lo mejora.
Y es así como, amor mío, quisiera siempre verte.
Cada noche, cada día, cada hora del resto de nuestras vidas,
inmersos en una eterna sucesión de tormentas y de calmas
que nos envuelva en el éxtasis de nuestros cuerpos tan deseados.
La calma después de la tormenta, amor mío,
es tan solo un pequeño respiro, sabelo.
Un callado y vibrante momento de iluminada revelación,
en el cual dejo de mirarte para por fin verte,
para perderme definitivamente en el abismo de tus ojos,
disfrutar de tu sonrisa que me hace sonreír,
escuchar el latido de tu corazón que me hace vivir
y atesorar el calor de tu cuerpo que me hace sentir.
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