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sábado, 9 de marzo de 2019

LAS CRONICAS DE THERPPAN -Daniel Barragán

LA RESURRECCION DEL DIOS-BESTIA (1° Parte) 
El incesante graznar de una bandada de Wirows Esmeraldas puso sobre aviso al guerrero mercenario sobre una presencia en las cercanías. Sus fosas nasales se dilataron tratando de percibir el pestilente aroma del Mílenor, el feroz reptil de los pantanos, y sus oídos se aguzaron en busca del posible aleteo del Dadort u otro de sus congéneres voladores.

-“Los pantanos euderppannos pueden ser bellos, pero también son extremadamente peligrosos”- Pensó, mientras detenía su cabalgadura y observaba con gran atención la profusa foresta que lo rodeaba.

Tratando de no delatar su presencia en el lugar, sacó lentamente su espada del cinto. El bravo guerrero se encontraba dispuesto a plantarle cara al potencial peligro que la selva pudiera llegar a esconder. El Gakar que montaba, uno de los mejores ejemplares criados por su gente, agitó inquieto su majestuosa cabeza y sus largas antenas, mientras emitía pequeños gruñidos de alarma. El guerrero calmó al animal utilizando el cántico Nett que le había sido enseñado por los adiestradores y volvió a escuchar con mayor atención.

Un tenue crujir de ramas se dejó escuchar a su derecha. Fuera quien fuera el misterioso intruso, este aún no había percibido su presencia, pero resultaba evidente que se dirigía hacia el sitio en el cual se encontraba. Desmontando con rapidez, se ocultó detrás de un imponente Diuritz de hojas color sangre y permaneció en silenciosa espera. El tiempo pasó lentamente y el guerrero sintió que su impaciencia iba creciendo, junto a su sed por entrar en combate.

Un nuevo sonido se dejó escuchar y unos arbustos Chítoris se agitaron furiosamente. De manera imprevista, los mismos se vieron apartados por una extraña criatura que irrumpió en el camino donde poco antes estuviera el guerrero. Tras el hizo su aparición otra figura... un hombre.

Por el color oscuro de la piel, los ojos color ámbar, el rustico traje de piel del Troft y su lanza de tres puntas, el guerrero comprobó que se trataba de un Euderppanno, probablemente un cazador o un cultivador de Lost.

La etérea presencia que lo acompañaba, carente de cuerpo a excepción de un pequeño globo ocular en medio de una masa de finos pelos iridiscentes que lo hacían parecer a una enorme borla, era un Blitzcor, el sabueso más eficaz de esas tierras. El mismo saltaba de un lado a otro en busca de invisibles señales de aquello que se encontraba buscando.

Envainando la espada salió de la espesura, con su mano levantada y haciendo el consabido gesto de paz, que nadie se atrevía a romper fuera cual fuera su extracto social o raza. 

El euderppanno miró sorprendido al forastero que había hecho su aparición por detrás de los profusos arbustos. Por su tez pálida, cuerpo fornido, largos cabellos negros y ropajes lo reconoció como integrante de la casta Mittpanna, el pueblo de los nobles guerreros mercenarios de la costa.

El regio porte del guerrero, que evidenciaba su noble linaje, lo tranquilizó de manera casi inmediata, por lo que bajó su tridente y respondió el gesto que le fuera ofrecido:-

-Que Adalai la fecunda y Adáki el eterno velen por ti noble guerrero- Su voz parecía la de un hombre sumamente agotado, producto de muchas jornadas de intensa caminata- ¿Quién eres y  que haces en estas insondables junglas?

-Soy Akilón, vengo de Whizora, en la costa del mar de Artha. Iba con rumbo a Yaurátminian, en el norte, para participar en las guerras contra el imperio Yagot. Y tu cazador… ¿Qué es lo que buscas con tanta desesperación?

El interrogado lanzó un profundo suspiro y se sentó en una roca cercana, tratando de buscar un momento de descanso que venía necesitando desde hacía varios días.

-Mi nombre es Ezra. Vivo en una granja cerca de la capital Euderppanna- Se sumió en el silencio al ser ganado por un incontenible sollozo- Hace varios días que vago por la selva en busca de mi hija Sherité. ¡Fue raptada por los temibles Ulonns!

A pesar de haber forjado su valiente carácter en el fragor de las batallas y haber enfrentado bestias terriblemente peligrosas, no pudo evitar estremecerse ante las palabras de Ezra.

-¡Los Ulonns!… ¡Los demonios salvajes de la noche! ¡Los entes más temidos en todos los reinos!- Exclamó Akilón. Los recuerdos de su niñez, allá en la lejana Whizora, lo invadieron- Siempre los había creído una leyenda, ya que ningún habitante de la costa los ha llegado a ver alguna vez.

-Las leyendas sobre los demonios que adoran al aberrante dios-bestia Lititz son una aberrante realidad noble guerrero- Fue la desesperanzada respuesta de Ezra- Mi pueblo teme su existencia, ya que se esconden en lo profundo de estos pantanos y acechan nuestros pasos por la región. ¡No son en lo absoluto invenciones nacidas de la superstición!

-Cuéntame tu historia buen hombre- Dijo Akilón, sustrayéndose de todo miedo que pudiera haber albergado- ¿Cómo es que fue raptada tu hija.

-Mi familia es cultivadora de hongos Dara, un exquisito manjar muy apreciado por la nobleza de las tres razas- Ezra se apoyó sobre su tridente, mientras rememoraba lo acontecido- Hace dos días, mi hija Sherité salió en busca de la última cosecha antes de la llegada de las lluvias. Era una tarea sencilla que le llevaría muy poco tiempo, por lo que de manera inmediata me di cuenta que sucedía algo malo al ver que tardaba más de lo debido. Junto al Blitzcor que aquí ves pude encontrar el carro en el que iba. La bestia que tiraba del mismo yacía muerta y semidevorada pero no vi rastros de ella. Lo único que pude encontrar fueron las huellas de pies semihumanos que son muy conocidos entre mi gente, los cuales desaparecían en la espesura. Busqué por todos lados, con la esperanza de encontrar alguna otra huella, pero ha sido inútil... ni mi sabueso pudo hallar algo de valor. Desaparecieron como fantasmas.

El cazador se sumergió en un abatido silencio. En la mente del guerrero dos decisiones se hallaban en pugna. Sabía bien que podría seguir su camino hacia Yaurátminian, para capitanear las tropas del rey Nárhat, alejándolo del peligro de los Ulonns. Al final de cuentas era tan solo un guerrero mercenario.

Pero, ante ese justo razonamiento, se antepuso el inviolable código de honor de su casta que no le permitía dejar desamparado a Ezra, ni aunque sus enemigos fueran los mismísimos demonios púrpura de los Volcanes Nethar.

-No desesperes cazador, Akilón pondrá su espada y conocimientos a tu disposición.

Ezra lo miró sorprendido.

-Pero, noble guerrero, no poseo el dinero suficiente como para poder pagar tus servicios…

-De eso no te preocupes, amigo mío- Contestó Akilón, al tiempo que sonreía abiertamente y colocaba su poderosa mano sobre el hombro del euderppanno- Hoy me siento particularmente generoso... ¡Salvaremos a tu hija o, en el peor de los casos, la vengaremos con sangre y muerte! ¡Lo juro por las huestes sagradas del poderoso Adáki!

-¡Gracias, valiente Akilón!- Contestó Ezra, aun no repuesto de la grata sorpresa- ¡En tiempos difíciles es cuando se aprecia el temple de una persona!

-¡Deja de lado cualquier agradecimiento y continuemos con la búsqueda!- Dijo el guerrero, al tiempo que volvía a montar su Gakar- El tiempo es precioso y no debemos perderlo con charlas inútiles.

Sin decir más, Ezra montó a su vez en una bestia de gruesa caparazón, cabeza aguzada y ojos facetados, y dieron inicio a la peligrosa travesía hacia regiones que les eran totalmente desconocidas. A lo largo de su marcha tuvieron que detenerse varias veces, cuando el Blitzcor cesaba en sus botes para investigar la zona en busca de pistas, aunque estas fueran insignificantes.

Los kilómetros fueron quedando atrás, mientras el sol de la mañana comenzaba a dar paso hacia el ardiente mediodía, adentrándose cada vez más en zonas del pantano que muy pocas veces habían sido holladas por pies humanos. Sin dejar de prestar atención al sendero, Akilón no pudo evitar admirar las increíbles bellezas de la selva que los rodeaba, que entre su gente solo eran conocidas a través de los relatos de viajeros y comerciantes.

Hermosas bandadas de Wirows Jaspeados y Esmeraldas, Yamires de color fuego, Trepilones, Anatas y muchas otras aves, volaban formando auténticas oleadas de magnificentes colores. Enormes flores de Dakans alzaban sus pétalos naranja violáceos, entre las enmarañadas ramas de los majestuosos Yetens y los Kúkaris de hojas lanceoladas. Aquí y allá pudo percibir unas sombras de gran tamaño, coronadas sus cabezas de inmensas cornamentas de color blanco plateado, que se movían pesadamente en busca de su sustento. Akilon comprendió que eran los vegetarianos Troft, los ciervos de los pantanos, la principal fuente de alimento de los moradores de la selva.

Pero la selva no solo estaba compuesta de fascinantes bellezas. También existía el peligro y la muerte.

Se encontraban al borde de un claro, que les permitía ver el azul acerado del cielo, cuando llegó hasta ellos un estremecedor gorgoteo. A sus fosas nasales les llegó un hedor que les fue conocido de manera inmediata.

-¡Milenors!- Exclamó en voz baja Ezra, al tiempo que se detenía- ¡Debemos ocultarnos antes que nos detecten o estaremos perdidos!

Con gran rapidez, se escondieron en la profundidad del bosque. Apenas logrado su cometido, del otro lado del claro hicieron su aparición una manada de enormes reptiles, conformada por cinco bestias de gran tamaño. Sus bocas corneas, armadas de afilados dientes, babearon cuando parecieron percibir el aroma de alguna presa cercana. Los horribles saurios se detuvieron y, mientras se balanceaban sobre sus poderosos miembros posteriores, observaron a su alrededor. Ezra y Akilón, conteniendo incluso su respiración, permanecieron totalmente inmóviles.

Ajenos a esa mortal presencia, dos animales cubiertos de gruesas espinas salieron en ese mismo momento de la espesura. Se trataban de Magaris, una madre y su cría, dos pacíficas criaturas de naturaleza herbívora. Cual si fueran unas pesadillescas gorgonas, los Milenors se abalanzaron sobre ellos, emitiendo feroces rugidos ante ese inesperado bocado que se encontraba a su alcance.

El Magaris hembra, se colocó de manera inmediata entre los reptiles y su cría, lanzando una serie de gruñidos amenazadores. Ignorando la advertencia, los reptiles bípedos continuaron con su arrollador avance. Lo que ambos testigos pudieron observar a continuación los hizo olvidarse de la peligrosa situación en la que se encontraban envueltos.

Del cuerpo espinoso del Magari hembra salieron disparadas varias púas, que literalmente atravesaron al reptil que se encontraba más cerca. El mismo cayó pesadamente sobre una charca de negras aguas y comenzó a hundirse en el lodazal pantanoso. Pero de nada sirvió la espeluznante defensa, pues las otras cuatro bestias cayeron sobre su víctima, destrozándola con las filosas garras de sus patas traseras y los dientes de sus mandíbulas picudas. Igual suerte corrió la indefensa cría, apenas unos pocos minutos más tarde.

Tratando de hacer el menor ruido que les fuera posible, Akilón y Ezra se alejaron del lugar lo más rápido que pudieron. Si bien el desvió no era lo que más deseaban, sabían que sus vidas no valdrían absolutamente nada si los Milenors llegaran a descubrirlos.

-¿Acaso has visto criaturas tan terribles como los Milenors?- Pregunto el cazador, rompiendo el pesado silencio que los había envuelto durante su precipitada huida.

-Allá en el mar que baña nuestras costas viven los Slirz, unas feroces serpientes marinas que suelen atacar a los barcos de pesca… pero, comparados con estos demonios, son apenas unas viborillas inofensivas.

-Continuemos con la marcha, noble guerrero. Este desvío nos ha hecho perder un tiempo sumamente precioso. Lanzando un profundo suspiro, Ezra se dirigió hacia el Blitzcor que se encontraba a su lado y le ordenó en el idioma nett- ¡T´alah Huzzan Blitzcor!

Palabra y hecho fueron uno, cuando el rastreador volvió a botar delante de ellos en busca de alguna pista que pudiera señalarles el paradero de la hija del euderppanno. La apresurada marcha no cesó hasta que el sol comenzó a esconderse tras la cordillera Widor, cuyos picachos nevados se levantaban a más de 8000 metros por sobre la selva en la que se encontraban.

Sumamente agotados por su larga travesía, y temerosos de perder alguna pista importante en la oscuridad, decidieron acampar junto a un gran lago. Para protegerse de las fieras nocturnas, rodearon su improvisado campamento con las espinosas ramas de los Chitoris que se encontraban en la zona.

-Debemos comer algo para reponer nuestras fuerzas- Dijo Ezra, al tiempo que se alejaba munido de su tridente- Tú encárgate del fuego y de terminar de reparar nuestras defensas. Enseguida regreso.

Un certero lanzazo de Ezra se encargó de abatir a un pequeño Troft que ramoneaba la húmeda hierba a orillas del lago. Varios huevos de Chalay, una especie de anfibio acorazado, se encargaron de completar la cena.

Mientras comían no hicieron ningún comentario entre ellos, hallándose sumergidos cada uno en sus propios pensamientos. Súbitamente, un agudo chillido les hizo levantar de sus improvisados asientos.

De entre un grupo de arbustos cercanos, emergió el Blitzcor. El mismo lanzaba pequeños chillidos y botaba como si lo aquejara una gran urgencia.

-¿Qué le sucede?- Pregunto Akilon, mirando sorprendido a la excitada criatura- ¡Parece totalmente enloquecido!

-¡Ha encontrado una pista!- Exclamo su compañero, visiblemente emocionado.

Sin decir más, ambos montaron sus cabalgaduras y volvieron a adentrarse en la intrincada espesura. Luego de una corta marcha en la creciente oscuridad, salieron a una senda casi invisible que se perdía por entre la espesura. El agitado Blitzcor se acercó a un recodo del mismo, en donde se erguían un grupo de helechos arborescentes.

-¡Aquí!- Gritó Akilón, arrancando de una de las ramas un trozo de género, que sin duda pertenecían a la vestimenta de una mujer- ¿Es acaso de tu hija?

Ezra miro con atención la tela. Su rostro se iluminó:-

-¡Por el sagrado Adáki! ¡Es de la túnica que usaba Sherité cuando esas infames criaturas se la llevaron!- Dirigió su atención al sabueso, que había comenzado a alejarse- ¡Fueron con rumbo hacia el oeste, a las estribaciones de la cordillera!

-¡Pues apuremos nuestra marcha cazador!- Dijo Akilón- Según narran las leyendas de mi pueblo, el comienzo de la época de las lluvias señala las festividades en honor al maligno dios-bestia Litizt, señor de los Ulonns. Es muy probable que tu hija sea sacrificada con el oscuro fin de invocar su satánica presencia.

-¡Ruego a los dioses bienhechores que no sea demasiado tarde!

En el horizonte lejano, inmensos y oscuros nubarrones comenzaron a alzarse ominosamente, como si presagiaran el nefasto destino que les estaba esperando a los intrépidos aliados.


CONTINUA...

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