UNIVERSOS ESCONDIDOS
En los últimos años de vida del escritor argentino Enrique Pintos Trejo (1900-?) se
abocó de lleno a las artes místicas, que lo llevó a relacionarse con numerosas
sociedades esotéricas de la época como
lo fue la nefasta Organización Thule de la Alemania nazi.
Sus relatos, poco antes alabados por los críticos
literarios y el público lector, fueron tornándose muy extraños e inquietantes. En ellos nos describe un Buenos Aires totalmente ajeno. Una ciudad totalmente desconocida llena de terribles sombras que acechan en cada rincón de la noche y criaturas devoradoras dispuestas a cebarse de nuestras almas.
Prueba de ello es este fragmento encontrado en la buhardilla de la casa de sus padres, poco tiempo después de su misteriosa desaparición.
Prueba de ello es este fragmento encontrado en la buhardilla de la casa de sus padres, poco tiempo después de su misteriosa desaparición.
Helo aquí, dejándoles a todos ustedes la libre interpretación de su significado.
“Los hechos narrados en este manuscrito son acontecimientos
difíciles de ser explicados mediante los términos de uso común para la vida
cotidiana, careciendo por ende de alguna validez científica. A ustedes dejo la
última palabra a través de los hechos sucedidos, según me fuera contado.
“La fría calígine nocturna, que cae inclemente sobre la
ciudad, trae consigo amigos provenientes de tierras lejanas, con el fin de
unirse para compartir una velada de elixires prohibidos, exóticas mujeres de
dulces promesas y relatos de antiguos conceptos y vivencias. Allí, en ese lugar
que ha sido así desde el inicio de los tiempos. La música, la lujuria y el
conocimiento van extendiéndose a lo largo de las horas de la noche.
“Pero, como toda existencia mortal, las cosas llegan a su
término y esta reunión no es la excepción. Dicho todo lo que tenía que ser
dicho, los oscuros visitantes emprenden su largo viaje hacia el hogar, antes
que el sol vuelva de su ronda desde el otro lado del mundo, que a ciencia
cierta no sabemos que exista más allá de nuestras esperanzas. Los caminos y
pareceres que han de tomar no son los mismos, pues sus propias creencias se han
encargado de forjar sus propios destinos. Esos excepcionales peregrinos dictan
sus códigos secretos y es inútil romperlos, so pena de la mismísima destrucción
del universo todo.
“Eso se debe a que el destino de una persona es algo muy
privado y no se puede influir en el del otro. Si todos conociéramos el camino
trazado a nuestros pies, no habrá nadie que tenga la posibilidad de enfrentar
los desafíos y pruebas que nos puedan deparar.
“Con tu propia carga a cuestas, inicias el largo retorno al
hogar por los laberínticos y desconocidos senderos de la feroz ciudad que los
contiene. En esos caminos sin nombre, pergeñado por una mente febril y
desquiciada, pueden ser encontrados numerosos trashumantes que han perdido su
rumbo a lo largo de milenios de eterno peregrinar por esos senderos.
“Algunos te hablarán sobre lo que hay más allá de los
pasillos iluminados tenuemente por la farolas y te contarán sobre las deificas
y vigilantes estatuas de aquellos que juzgan con feroz frialdad la existencia
humana. Otros callarán y verán con pena tu paso cansino, como si estuvieran
aguardando un raro evento, o una epifanía, que hace mucho tiempo han olvidado.
“Tan solo uno de ellos llamará tu atención. Uno que parece
saber todo y, a su vez, no saber absolutamente nada. Un solitario narrador que
susurra constantemente palabras, sin sentido aparente, sobre hechos que han
acontecido, acontecen y acontecerán.
“-Ia Ia Thoy kansara Meight kansara Thoy Mhalyoght- Te dirá
en un susurro, como si de una invocación se tratase- Yo conozco tu tierra.
Conozco muchos de los secretos que se esconden en tu ciudad lejana. También
conozco el Café de Arismendi y su singular mesa de billar, de paño bordó,
hechizada de tal forma que la realidad física es diferente a las que rigen en
otras partes del universo.
“Gracias a esa pobre y deífica presencia accedes, casi sin
desear tan terriblemente magnífica ofrenda,
a los conocimientos prohibidos y a las palabras secretas. Es así como
conoces la inverosímil leyenda del Rey Enano que, únicamente armado por su
determinación y su desnudez, supo fundar una dinastía entre las laberínticas
paredes que sería conocida como el Imperio de hojalata. A tus oídos y a tu
mente agotada por el eterno trajinar en la oscuridad, le llegaran los
conocimientos perdidos de los Ghunti y sus perversos planes para el futuro del
planeta todo. Las palabras escuchadas te llevarán hacia los confines de la
existencia misma, cuando el universo era tan solo un concepto abstracto, para
asistir al eterno conflicto entre las fuerzas entrópicas del universo.
“El narrador se quedará mirándote, como esperando alguna
recompensa por haber revelado ciertas verdades. Sus ojos parecerán ir más allá
de ti, como si no fueras del todo real o que tan solo seas un sueño producto de
las drogas que consume. Como única defensa ante lo que podría ser la cruda
verdad, te alejas de allí con rapidez, por temor a que por fin repare en ti y
seas real para su existencia.
“Y vuelves nuevamente a caminar bajo la poco segura
iluminación existente en ese lugar, pues sabes que el camino a tu hogar aun es
tortuosamente largo. Mientras te alejas vuelves tu vista hacia el narrador y te
das cuenta que no es tan malo seguir tu camino escondido, esa terrible
distancia que transcurre entre los retorcidos pasillos, húmedos desagües y
extrañas plazoletas circulares.
“Aun embriagado por las mieles de la lujuria, continuas la
marcha y el destino que se te ha trazado, a la hora en que todos los bailarines
de la madrugada, La Sonriente Corte, salen a venerar a los falsos sombreros
blancos. El cansancio y el alcohol van minando de a poco tu voluntad de seguir
hacia delante, deseando reposar tu humanidad en alguno de los invitadores
vericuetos de tu laberíntico camino de regreso.
“Con la desesperación de un hombre que intenta despertar de
una mala pesadilla, continuas avanzando, sin recordar ese destino que buscas...
ni tan siquiera los banales motivos que te llevaron hasta allí. Tan solo y
perdido.
“El frío que corre entre esos abismos insondables hacen que
te arrebujes en tus gastados ropajes, los cuales parecen insuficientes. Con
pasos cada vez más lentos, te diriges hacia una curva del camino, la cual se
pierde bajo un viejo puente que consideras vagamente conocido. Es ahí cuando te
das cuenta de que ya no te hallas en el mundo mortal de tu realidad.
“Todo el lugar; desolado, vacío y oscuro; donde mansiones y
extensos baldíos amalgaman sus sombras, dando forma a un paisaje ciclópeo, es
un sitio con una vida propia y lleno de inquietantes presencias que parecen
moverse entre las desgastadas paredes, como si estas no fueran.
“Intentando no prestar atención a los furtivos movimientos,
en los cuales no se puede discernir humanidad alguna o algo que alguna vez haya
tenido rastros de ella, te olvidas de tu sobrenatural cansancio y apresuras tu
marcha.
“Al fondo de la curva que crees conocida, encuentras por fin
la primera posta de tu largo regreso... una estación de paso. Un insólito local
que siempre se halla cerrado durante el día pero que, llegada la noche, se
encuentra siempre abierto. Un impío lugar sospechado de estar manejado por
criaturas de la noche, sedientas de tu sangre y de tu alma.
“Habiendo aceptado como válidas todas esas sospechas, ya
contadas durante las noches de fogatas en los lejanos campos de caza, entras en
ese lugar en donde las pesadillas y visiones enfermas son gestadas. A pesar de
las verdades y horrores que llegas a vislumbrar, mantienes tus labios cerrados,
pues sabes bien que toda criatura tiene secretos que guardar y tú no eres nadie
para develarlos... ni tan siquiera juzgarlos.
“Tratando de ignorar tu indecisión, caminas por el local,
entre las mesas abarrotadas de aquellos parroquianos que no han sabido
continuar su camino. En sus rostros ausentes, que parecen reflejar tu propio
cansancio, pueden adivinarse invitadores gestos de bienvenida.
“Te acercas lentamente a un mostrador ahíto de cochambre y
vejez. Con voz trémula le pides a una pálida muchacha, que obra como una suerte
de encargada del lugar, tu pasaje a la siguiente existencia.
“Mientras te entrega el negro billete; que puede salvarte o
destruirte, tal es la fuerza de su conjuro; los profundos y brillantes ojos de
la fémina observan cada uno de tus movimientos con desmedida avidez.
Permaneciendo ajeno al pérfido deseo de la inhumana bestia, tomas una vianda de
los sucios anaqueles a fin de reponer tus fuerzas luego de la larga caminata.
“Habiendo pagado el precio por tu adquisición, sales
presuroso del lugar antes que la molicie y la estupidez ganen tu ser, haciendo
que te transformes en un oscuro parroquiano más.
“Apenas abandonas el lugar, llevándote contigo secretos que
no deseas compartir con ninguna criatura nocturna, este parece desvanecerse en
la bruma que en esos momentos te rodea.
“Finalmente cruzas debajo del puente y los recuerdos de
donde vienes y a donde vas se presentan con una realidad demoledora. Te sientas
en el duro asiento de una banca, solitaria en una triste plazoleta carente de
vida alguna, a la espera del vehículo que te aleje de toda esa pesadilla.
“El negro pasaje, que te llevará hacia tu venerado terruño
en el cual has sido, late como si se tratara de una entidad viviente. Aprietas
tu mano con fuerza, intentando que esa oscura potestad no te abandone en ese
solitario lugar.
“En el horizonte, un tenue amanecer es vislumbrado,
ahuyentando miedos y sueños por igual. Aliviado, cierras tus ojos, procurando
un reposo difícil de ser atrapado, mientras esperas el momento del regreso al
hogar...”
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