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jueves, 28 de junio de 2012

CRONICAS DEL BUENOS AIRES SECRETO


UNIVERSOS  ESCONDIDOS
Textos, ilustraciones y foto-composiciones de DANIEL BARRAGÁN (Alias Terraman)

En los últimos años de vida del escritor argentino Enrique Pintos Trejo (1900-?) se abocó de lleno a las artes místicas, que lo llevó a relacionarse con numerosas sociedades esotéricas de la época  como lo fue la nefasta Organización Thule de la Alemania nazi.

Sus relatos, poco antes alabados por los críticos literarios y el público lector, fueron tornándose muy extraños e inquietantes. En ellos nos describe un Buenos Aires totalmente ajeno. Una ciudad totalmente desconocida llena de terribles sombras que acechan en cada rincón de la noche y criaturas devoradoras dispuestas a cebarse de nuestras almas.

Prueba de ello es este fragmento encontrado en la buhardilla de la casa de sus padres, poco tiempo después de su misteriosa desaparición.

Helo aquí, dejándoles a todos ustedes la libre interpretación de su significado.

“Los hechos narrados en este manuscrito son acontecimientos difíciles de ser explicados mediante los términos de uso común para la vida cotidiana, careciendo por ende de alguna validez científica. A ustedes dejo la última palabra a través de los hechos sucedidos, según me fuera contado.

“La fría calígine nocturna, que cae inclemente sobre la ciudad, trae consigo amigos provenientes de tierras lejanas, con el fin de unirse para compartir una velada de elixires prohibidos, exóticas mujeres de dulces promesas y relatos de antiguos conceptos y vivencias. Allí, en ese lugar que ha sido así desde el inicio de los tiempos. La música, la lujuria y el conocimiento van extendiéndose a lo largo de las horas de la noche.

“Pero, como toda existencia mortal, las cosas llegan a su término y esta reunión no es la excepción. Dicho todo lo que tenía que ser dicho, los oscuros visitantes emprenden su largo viaje hacia el hogar, antes que el sol vuelva de su ronda desde el otro lado del mundo, que a ciencia cierta no sabemos que exista más allá de nuestras esperanzas. Los caminos y pareceres que han de tomar no son los mismos, pues sus propias creencias se han encargado de forjar sus propios destinos. Esos excepcionales peregrinos dictan sus códigos secretos y es inútil romperlos, so pena de la mismísima destrucción del universo todo.

“Eso se debe a que el destino de una persona es algo muy privado y no se puede influir en el del otro. Si todos conociéramos el camino trazado a nuestros pies, no habrá nadie que tenga la posibilidad de enfrentar los desafíos y pruebas que nos puedan deparar.

“Con tu propia carga a cuestas, inicias el largo retorno al hogar por los laberínticos y desconocidos senderos de la feroz ciudad que los contiene. En esos caminos sin nombre, pergeñado por una mente febril y desquiciada, pueden ser encontrados numerosos trashumantes que han perdido su rumbo a lo largo de milenios de eterno peregrinar por esos senderos.

“Algunos te hablarán sobre lo que hay más allá de los pasillos iluminados tenuemente por la farolas y te contarán sobre las deificas y vigilantes estatuas de aquellos que juzgan con feroz frialdad la existencia humana. Otros callarán y verán con pena tu paso cansino, como si estuvieran aguardando un raro evento, o una epifanía, que hace mucho tiempo han olvidado.

“Tan solo uno de ellos llamará tu atención. Uno que parece saber todo y, a su vez, no saber absolutamente nada. Un solitario narrador que susurra constantemente palabras, sin sentido aparente, sobre hechos que han acontecido, acontecen y acontecerán.

“-Ia Ia Thoy kansara Meight kansara Thoy Mhalyoght- Te dirá en un susurro, como si de una invocación se tratase- Yo conozco tu tierra. Conozco muchos de los secretos que se esconden en tu ciudad lejana. También conozco el Café de Arismendi y su singular mesa de billar, de paño bordó, hechizada de tal forma que la realidad física es diferente a las que rigen en otras partes del universo.

“Gracias a esa pobre y deífica presencia accedes, casi sin desear tan terriblemente magnífica ofrenda,  a los conocimientos prohibidos y a las palabras secretas. Es así como conoces la inverosímil leyenda del Rey Enano que, únicamente armado por su determinación y su desnudez, supo fundar una dinastía entre las laberínticas paredes que sería conocida como el Imperio de hojalata. A tus oídos y a tu mente agotada por el eterno trajinar en la oscuridad, le llegaran los conocimientos perdidos de los Ghunti y sus perversos planes para el futuro del planeta todo. Las palabras escuchadas te llevarán hacia los confines de la existencia misma, cuando el universo era tan solo un concepto abstracto, para asistir al eterno conflicto entre las fuerzas entrópicas del universo.

“El narrador se quedará mirándote, como esperando alguna recompensa por haber revelado ciertas verdades. Sus ojos parecerán ir más allá de ti, como si no fueras del todo real o que tan solo seas un sueño producto de las drogas que consume. Como única defensa ante lo que podría ser la cruda verdad, te alejas de allí con rapidez, por temor a que por fin repare en ti y seas real para su existencia.

“Y vuelves nuevamente a caminar bajo la poco segura iluminación existente en ese lugar, pues sabes que el camino a tu hogar aun es tortuosamente largo. Mientras te alejas vuelves tu vista hacia el narrador y te das cuenta que no es tan malo seguir tu camino escondido, esa terrible distancia que transcurre entre los retorcidos pasillos, húmedos desagües y extrañas plazoletas circulares.
“Aun embriagado por las mieles de la lujuria, continuas la marcha y el destino que se te ha trazado, a la hora en que todos los bailarines de la madrugada, La Sonriente Corte, salen a venerar a los falsos sombreros blancos. El cansancio y el alcohol van minando de a poco tu voluntad de seguir hacia delante, deseando reposar tu humanidad en alguno de los invitadores vericuetos de tu laberíntico camino de regreso.

“Con la desesperación de un hombre que intenta despertar de una mala pesadilla, continuas avanzando, sin recordar ese destino que buscas... ni tan siquiera los banales motivos que te llevaron hasta allí. Tan solo y perdido.

“El frío que corre entre esos abismos insondables hacen que te arrebujes en tus gastados ropajes, los cuales parecen insuficientes. Con pasos cada vez más lentos, te diriges hacia una curva del camino, la cual se pierde bajo un viejo puente que consideras vagamente conocido. Es ahí cuando te das cuenta de que ya no te hallas en el mundo mortal de tu realidad.

“Todo el lugar; desolado, vacío y oscuro; donde mansiones y extensos baldíos amalgaman sus sombras, dando forma a un paisaje ciclópeo, es un sitio con una vida propia y lleno de inquietantes presencias que parecen moverse entre las desgastadas paredes, como si estas no fueran.

“Intentando no prestar atención a los furtivos movimientos, en los cuales no se puede discernir humanidad alguna o algo que alguna vez haya tenido rastros de ella, te olvidas de tu sobrenatural cansancio y apresuras tu marcha.

“Al fondo de la curva que crees conocida, encuentras por fin la primera posta de tu largo regreso... una estación de paso. Un insólito local que siempre se halla cerrado durante el día pero que, llegada la noche, se encuentra siempre abierto. Un impío lugar sospechado de estar manejado por criaturas de la noche, sedientas de tu sangre y de tu alma.

“Habiendo aceptado como válidas todas esas sospechas, ya contadas durante las noches de fogatas en los lejanos campos de caza, entras en ese lugar en donde las pesadillas y visiones enfermas son gestadas. A pesar de las verdades y horrores que llegas a vislumbrar, mantienes tus labios cerrados, pues sabes bien que toda criatura tiene secretos que guardar y tú no eres nadie para develarlos... ni tan siquiera juzgarlos.

“Tratando de ignorar tu indecisión, caminas por el local, entre las mesas abarrotadas de aquellos parroquianos que no han sabido continuar su camino. En sus rostros ausentes, que parecen reflejar tu propio cansancio, pueden adivinarse invitadores gestos de bienvenida.

“Te acercas lentamente a un mostrador ahíto de cochambre y vejez. Con voz trémula le pides a una pálida muchacha, que obra como una suerte de encargada del lugar, tu pasaje a la siguiente existencia.

“Mientras te entrega el negro billete; que puede salvarte o destruirte, tal es la fuerza de su conjuro; los profundos y brillantes ojos de la fémina observan cada uno de tus movimientos con desmedida avidez. Permaneciendo ajeno al pérfido deseo de la inhumana bestia, tomas una vianda de los sucios anaqueles a fin de reponer tus fuerzas luego de la larga caminata.

“Habiendo pagado el precio por tu adquisición, sales presuroso del lugar antes que la molicie y la estupidez ganen tu ser, haciendo que te transformes en un oscuro parroquiano más.
“Apenas abandonas el lugar, llevándote contigo secretos que no deseas compartir con ninguna criatura nocturna, este parece desvanecerse en la bruma que en esos momentos te rodea.

“Finalmente cruzas debajo del puente y los recuerdos de donde vienes y a donde vas se presentan con una realidad demoledora. Te sientas en el duro asiento de una banca, solitaria en una triste plazoleta carente de vida alguna, a la espera del vehículo que te aleje de toda esa pesadilla.

“El negro pasaje, que te llevará hacia tu venerado terruño en el cual has sido, late como si se tratara de una entidad viviente. Aprietas tu mano con fuerza, intentando que esa oscura potestad no te abandone en ese solitario lugar.

“En el horizonte, un tenue amanecer es vislumbrado, ahuyentando miedos y sueños por igual. Aliviado, cierras tus ojos, procurando un reposo difícil de ser atrapado, mientras esperas el momento del regreso al hogar...”

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