CAPITULO 2: INESPERADO INCIDENTE
-¡Truco!
-¡Quiero retruco!
-¡Quiero vale cuatro!
-¡¡Quiero!!
Ante el asombro de mi amigo Arthus, el ancho de espadas cayó de manera devastadora sobre la mesa. En su rostro se pintó la mayor de las contrariedades.
-¡Como puede ser que tengas tanta suerte, guacho!- Exclamó furioso, dejando caer las delgadas cartas de polimetal sobre la mesa- ¡Menos mal que no lo hacemos por guita! ¡No sé para qué mierda te enseñé a jugar!
-Que se va a hacer... así somos los profesio...
Mi burla quedó truncada de manera súbita, cuando el estridente ulular de la señal de alarma nos hizo dejar la mesa en la que habíamos estado jugando a las cartas y volver a nuestros respectivos puestos de trabajo. Cuando apenas nos habíamos sentado, una tremenda sacudida nos meció ferozmente de un lado a otro de manera harto dolorosa para nuestra frágil humanidad.
-¡Condición de emergencia! ¡Desvío angular en la zona espacio temporal 239! ¡Falla en los motores plasma-ión!- Gritó el teniente Rotera, mientras trataba de mantener el comando de la esfera cronal.
-¡Andersen, establezca coordenadas de posición de la nave!- Ordenó la capitana Molina. Sus delgados dedos se deslizaban con sorprendente agilidad sobre una serie de pantallas plásmicas que se abrían de forma caótica ante ella, en un intento por determinar la causa de lo que había ocurrido- ¡Descargue sus datos en mi computadora!... ¡Quiero saber en donde vamos a caer!
Una nueva sacudida sobrevino con más furia que la anterior, haciéndome volar del asiento que ocupaba. Aturdido por la nueva conmoción escuché, como proveniente de miles de kilómetros, la precipitada serie de órdenes y entrega de datos que se desarrollaban entre los miembros de la tripulación.
-¡Nueva desviación en la zona de tiempo 320! ¡Pérdida en los sensores externos 3 y 4! ¡Condición de emergencia grado 2!
-¡Profesor Dakaris, lance una boya de auxilio!- Volvió a gritar la capitana mientras intentaba permanecer en su asiento, con muchos mejores resultados que mi patético intento por tratar de mantenerme en el mío.
Compadeciéndose de mi ridícula situación, Arthus trató de ayudarme a salir del atolladero.
-¿Estás bien Dewan?- Preguntó, cuando por fin pude volver a ocupar el asiento.
-Si... si... –Contesté irritado- ¡Soy el único pelotudo que no se puso el cinturón! ¿Se puede saber que está pas...
-¡Todos preparados para reentrada de emergencia a la dimensión normal en menos de dos minutos!- Gritó en esos momentos el segundo de abordo.
Ajeno a todo el caos que lo rodeaba, Serkis Dakaris continuaba pulsando la pantalla plásmica que lo mantenía comunicado con la boya multidimensional. La misma transmitía una señal de auxilio a cualquiera de las naves que constantemente viajaban entre las diferentes zonas espacio-temporales.
-¡Emergencia tipo 2! ¡Emergencia tipo 2!... Esfera temporal Juan Salvo desviada angularmente en la zona de tiempo 320... - Repetía una y otra vez el lingüista- ¡Emergencia tipo 2! ¡Emergencia tipo 2!
Una tremenda carga estática surgió como respuesta al desesperado llamado.
-¡La comunicación es del todo imposible, capitana!... ¡La estática cronal en este sector es enorme!. Creo que...
-¡Descenso cuadrático en los sistemas de paralaje espacio-tiempo!- Interrumpió Andersen- ¡Reentrada en 12 segundos!
-¡Preparados!- Exclamó la capitana- ¡Conteo regresivo... menos 9... menos 8... menos 7...!
Cada segundo que pasaba me pareció una auténtica eternidad, mientras sentía como todo mi ser se bamboleaba en manos de las ignotas fuerzas temporales. Como si fuera un sueño, o una terrible pesadilla, recordé los motivos de mi presencia en las expediciones cronales.
Y me volví a sentir tan estúpido como cuando me había caído del asiento.
Con unas notas bastante buenas, había culminado mis estudios en la Facultad de Biociencias de ciudad Helios y, sin nada mejor que hacer, había pensado seriamente en el futuro profesional que se desplegaba ante mí. Si bien no me habían faltado propuestas laborales, todavía no me sentía demasiado seguro sobre el camino que debía tomar a continuación.
Alentado por mi amigo Arthus y por la suculenta paga, que era muy superior a la de un profesor adjunto en la cátedra de bioingeniería genética en la Universidad Central de Megabaires, ingresé en los cuerpos de exploración temporal del consorcio Kronos, una de las empresas más importantes en ese área. Luego de varios cursos intensivos (y un tanto confusos) sobre física relativista, matemáticas de Heissemberg-Fukuda y mecánica quántica, por fin me hallé preparado para realizar mi primer viaje hacia los misteriosos abismos del tiempo.
Durante un lapso de cinco años había servido en diferentes naves de la flota temporal como oficial del área de paleobiología, realizando estudios genéticos y de observación de la flora y fauna prehistórica de las eras que eran visitadas por el grupo expedicionario. Salvando alguno que otro incidente, afortunadamente subsanados con algo de ingenio y mucha suerte de mi parte, mi vida como oficial científico del consorcio Kronos había transcurrido de manera bastante rutinaria.
-Menos 6... menos 5... menos 4...
Pero esa simple rutina había dejado su lugar a un peligro cuya naturaleza me resultaba totalmente desconocida y ese brusco giro de la situación me hizo sentir muy alejado del espíritu aventurero que creía haber tenido cuando decidí tomar este trabajo.
-Menos 3... menos 2... menos 1... ¡Reentrada!
La nave volvió a sacudirse de manera espantosa y un estruendo atroz, como de metal retorciéndose, casi destrozó mis tímpanos. Luego sentí que un profundo vacío ganaba mi mente y mi alma.
El silencio de la inconsciencia me invadió cual si fuera una bendición.
CONTINUA...
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