“Duérmete niño… duérmete ya…. Que viene el coco y te llevará. Duérmete niño… duérmete ya… que viene el coco y te comerá”
Ni aun siendo un adulto cabal te es imposible evitar que la tenebrosa oscuridad de la noche vaya corporizándose en las habitaciones de lo que has dado a llamar tu hogar. Los cotidianos sonidos que te acompañan, sin que repares en ellos cuando el sol se halla en lo alto, parecen acrecentarse y solazarse ante ese leve temblor que comienza a asomarse, insidiosamente incontenible, en tus manos.
Cuando finalmente, vencido por el sueño, arribas al frágil refugio de tu cama, los ruidos, los susurros apagados y el crujir de lo que parecen ser los secos huesos de criaturas largo tiempo muertas se acrecientan… y te rodean, achicando más y más lo que hasta ese momento había sido la realidad de tu existencia diurna.
Y cargado de aquellos temores que son propios de un niño de apenas pocos años, te sumerges por fin en la vorágine onírica que anida en lo profundo de tu mente. Pero esos sueños, lejos de ser felices, son oscuros y cargados de esos viejos temores que todo ser humano guarda desde eras inmemoriales, cuando vivía su existencia alrededor de una hoguera allá en la noche de los tiempos.
Y esos sonidos, que tanto temías en tu infancia, cobran forma y sustancia. Deformados cuerpos de enormes proporciones. Fríos ojos vacíos de contenido humano. Zarpas de largas y afiladas uñas. Rostros bestiales, llenos de correosos dientes deseosos por devorar tu cálida existencia.
Ellos son los monstruos de tu niñez que, por fin, han logrado encontrarte luego de tantos años de adulto racionalismo. Son ellos los que se ocultan en los rincones oscuros que la noche ha traído consigo.
La puerta de tu dormitorio, que creías haber cerrado con llave poco antes de acostarte, se abre lentamente y una malsana niebla luminiscente comienza a arrastrarse por sobre el suelo hacia donde te encuentras. Con ojos dilatados por el espanto, comienzas a vislumbrar unas sombras apenas entrevistas. Formas imposibles que, bien sabes, están llenas de garras, dientes y una oscura determinación…
Hacerse con tu carne y con tu alma…
El terror gana todo tu ser cual si fuera una pavorosa descarga eléctrica. A tu boca asoma un incontenible grito de torturado espanto… y es allí cuando despiertas a la oscuridad de la noche, dándote cuenta que tan solo has sido víctima de una pesadilla. Una de tantas que has sabido tener a lo largo de tu existencia.
Cuando por fin calmas tu desbocado corazón, acomodas tus sábanas e intentas volver a conciliar el sueño, tratando de olvidar los horrores soñados. Esbozando una sonrisa, te amonestas de tus tontos terrores nocturnos.
Un súbito sonido, como el arrastrar de algo de enormes proporciones, se deja escuchar…
Cuando diriges tu atención hacia la puerta del dormitorio, puedes observar la presencia una tenue niebla luminiscente que se filtra de manera insidiosa por debajo de la misma. El picaporte se mueve lentamente y una zarpa inhumana se asoma por la rendija haciendo crujir la madera. Crees vislumbrar un rostro bestial de largos dientes y ojos vacíos de toda humanidad.
Tus ojos se anegan de gruesas lágrimas, las cuales corren incontenibles por tu rostro helado. Invadido por un paralizante horror, por fin comprendes que esta vez no estás viviendo una de tus habituales pesadillas.
Pues ellos son los monstruos de tu niñez que han logrado, por fin, encontrarte.
John Ken Mortensen, A.K.A. Don Kenn, es un muy particular animador, escritor y productor de programas infantiles nacido en Dinamarca en el año 1978, el cual se ha destacado como un consumado ilustrador de todos aquellos horrores que han sabido deleitar y estremecer a los niños de todas las épocas.
Sus dibujos realizados a lápiz, que parecen haber sido consumados por un niño de corta edad, dejan traslucir con soberbia perfección las temibles pesadillas que se esconden, ominosas, en la oscuridad de la noche. Sus peludos monstruos gigantes, sus terribles brujas, sus malévolos payasos y sus innominadas criaturas tentaculares lucen espantosamente creíbles a pesar de la simpleza presente en sus trazos.
Las ilustraciones de Don Kenn, que muchos han comparado con los trabajos realizados por Edward Gorey (1), están llenos de dientes, garras, figuras fantasmales, cráneos desnudos, miradas malévolas, tentaculares masas amorfas, jaulas con niños asustados, bosques oscuros, jeringas sobredimensionadas, temibles profundidades, frágiles casas asediadas y oscuros bosques primitivos, todo ello realizado en un espeluznante estilo naif… en el que la simple inocencia infantil ha sido devastada por el más terrible de los horrores.
Sus trabajos han sido recopilados en varios libros dedicados a su obra, como Sticky Monsters (Ed. Square Peg), Deadfall Hotel (Centipede Press) y More Sticky Monsters.
NOTAS:
(1) Edward Gorey (1925-2000): escritor y artista estadounidense que ha sido conocido por sus ilustraciones caracterizadas por su marcado humor negro.
Por unos instantes volví a ser ese niño deliciosamente aterrado que, antes de acostarse, miraba debajo de la cama para ver si se escondía algún espantoso monstruo.
Espero que lo disfruten tanto como yo los disfrute… y no sientan ninguna vergüenza si esta noche hacen lo que hacía yo cuando era un inocente párvulo.
Antigua canción infantil
Ni aun siendo un adulto cabal te es imposible evitar que la tenebrosa oscuridad de la noche vaya corporizándose en las habitaciones de lo que has dado a llamar tu hogar. Los cotidianos sonidos que te acompañan, sin que repares en ellos cuando el sol se halla en lo alto, parecen acrecentarse y solazarse ante ese leve temblor que comienza a asomarse, insidiosamente incontenible, en tus manos.
Cuando finalmente, vencido por el sueño, arribas al frágil refugio de tu cama, los ruidos, los susurros apagados y el crujir de lo que parecen ser los secos huesos de criaturas largo tiempo muertas se acrecientan… y te rodean, achicando más y más lo que hasta ese momento había sido la realidad de tu existencia diurna.
Y cargado de aquellos temores que son propios de un niño de apenas pocos años, te sumerges por fin en la vorágine onírica que anida en lo profundo de tu mente. Pero esos sueños, lejos de ser felices, son oscuros y cargados de esos viejos temores que todo ser humano guarda desde eras inmemoriales, cuando vivía su existencia alrededor de una hoguera allá en la noche de los tiempos.
Y esos sonidos, que tanto temías en tu infancia, cobran forma y sustancia. Deformados cuerpos de enormes proporciones. Fríos ojos vacíos de contenido humano. Zarpas de largas y afiladas uñas. Rostros bestiales, llenos de correosos dientes deseosos por devorar tu cálida existencia.
Ellos son los monstruos de tu niñez que, por fin, han logrado encontrarte luego de tantos años de adulto racionalismo. Son ellos los que se ocultan en los rincones oscuros que la noche ha traído consigo.
La puerta de tu dormitorio, que creías haber cerrado con llave poco antes de acostarte, se abre lentamente y una malsana niebla luminiscente comienza a arrastrarse por sobre el suelo hacia donde te encuentras. Con ojos dilatados por el espanto, comienzas a vislumbrar unas sombras apenas entrevistas. Formas imposibles que, bien sabes, están llenas de garras, dientes y una oscura determinación…
Hacerse con tu carne y con tu alma…
El terror gana todo tu ser cual si fuera una pavorosa descarga eléctrica. A tu boca asoma un incontenible grito de torturado espanto… y es allí cuando despiertas a la oscuridad de la noche, dándote cuenta que tan solo has sido víctima de una pesadilla. Una de tantas que has sabido tener a lo largo de tu existencia.
Cuando por fin calmas tu desbocado corazón, acomodas tus sábanas e intentas volver a conciliar el sueño, tratando de olvidar los horrores soñados. Esbozando una sonrisa, te amonestas de tus tontos terrores nocturnos.
Un súbito sonido, como el arrastrar de algo de enormes proporciones, se deja escuchar…
Cuando diriges tu atención hacia la puerta del dormitorio, puedes observar la presencia una tenue niebla luminiscente que se filtra de manera insidiosa por debajo de la misma. El picaporte se mueve lentamente y una zarpa inhumana se asoma por la rendija haciendo crujir la madera. Crees vislumbrar un rostro bestial de largos dientes y ojos vacíos de toda humanidad.
Tus ojos se anegan de gruesas lágrimas, las cuales corren incontenibles por tu rostro helado. Invadido por un paralizante horror, por fin comprendes que esta vez no estás viviendo una de tus habituales pesadillas.
Pues ellos son los monstruos de tu niñez que han logrado, por fin, encontrarte.
John Ken Mortensen, A.K.A. Don Kenn, es un muy particular animador, escritor y productor de programas infantiles nacido en Dinamarca en el año 1978, el cual se ha destacado como un consumado ilustrador de todos aquellos horrores que han sabido deleitar y estremecer a los niños de todas las épocas.
Sus dibujos realizados a lápiz, que parecen haber sido consumados por un niño de corta edad, dejan traslucir con soberbia perfección las temibles pesadillas que se esconden, ominosas, en la oscuridad de la noche. Sus peludos monstruos gigantes, sus terribles brujas, sus malévolos payasos y sus innominadas criaturas tentaculares lucen espantosamente creíbles a pesar de la simpleza presente en sus trazos.
Las ilustraciones de Don Kenn, que muchos han comparado con los trabajos realizados por Edward Gorey (1), están llenos de dientes, garras, figuras fantasmales, cráneos desnudos, miradas malévolas, tentaculares masas amorfas, jaulas con niños asustados, bosques oscuros, jeringas sobredimensionadas, temibles profundidades, frágiles casas asediadas y oscuros bosques primitivos, todo ello realizado en un espeluznante estilo naif… en el que la simple inocencia infantil ha sido devastada por el más terrible de los horrores.
Sus trabajos han sido recopilados en varios libros dedicados a su obra, como Sticky Monsters (Ed. Square Peg), Deadfall Hotel (Centipede Press) y More Sticky Monsters.
NOTAS:
(1) Edward Gorey (1925-2000): escritor y artista estadounidense que ha sido conocido por sus ilustraciones caracterizadas por su marcado humor negro.
-GALERIA DE IMÁGENES-
En mi largo peregrinar por Internet, tuve la fortuna de toparme con uno de las inquietantes imágenes realizadas por este muy bizarro ilustrador… la cual me impacto profundamente en lo más profundo de mi alma.Por unos instantes volví a ser ese niño deliciosamente aterrado que, antes de acostarse, miraba debajo de la cama para ver si se escondía algún espantoso monstruo.
Espero que lo disfruten tanto como yo los disfrute… y no sientan ninguna vergüenza si esta noche hacen lo que hacía yo cuando era un inocente párvulo.
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