"Gritad ¡Desvastación! y soltad los perros de la guerra"
Durante mi querida infancia, allá lejos y hace tiempo, existían ciertas reglas que manejaban de manera casi implacable el mundo de los niños. Entre las niñas era muy común el jugar con las muñecas, en tanto que los varoncitos lo hacíamos con los soldaditos.
Innumerable cantidad de pequeñas figuras de plástico bastante mal moldeadas se encargaron de ocupar horas y horas de mi niñez, enfrascándome en interminables batallas destinadas a conquistar una mísera porción de terreno del jardín de mí casa.
En estas luchas sin cuartel casi no existía la piedad pero, al llegar la noche, todos esos pequeños guerreros volvían a estar en pie.
Sin manchas de sangre y con todos los miembros en su lugar…
Sin rencores ni odios sin sentido…
Sin ambición alguna por esa porción de terreno conquistado…
Y era así, mientras regresaban a su viejo cajón de madera, como todos ellos volvían a ser grandes amigos que se juntaban para dormir el justo sueño de los valientes.
En nuestra inocencia, esas guerras eran tan solo un simple juego... como una pequeña competición entre amigos para ver quién era el primero en leer alguna revista de historietas nueva.
Pero, por desgracia, la infancia no es eterna y la guerra no es precisamente ninguna pavada.
Una de las armas que quizá más ha ayudado a los soldados en los frentes de guerra de todo el mundo y de todos los tiempos no fueron precisamente las balas, los aviones o los tanques, sino algo conocido como propaganda.
Actuando a nivel psicológico, miles y miles de panfletos -ya fueran para alentar a los supuestos buenos o para denigrar a los supuestos malos- han caído hacia uno u otro lado de las líneas de batalla.
Que la democracia y el fascismo.
Que la libertad y la intolerancia.
Que fulano y mengano.
Toda una serie de frases rimbombantes, de un marcado tono nacionalista, se convirtieron en los caballitos de batalla que fueron montados tanto de un lado como del otro (¡Con Dios como testigo!) en un intento por desacreditar o ridiculizar a su enemigo declarado.
Como siempre sucede en este tipo de cosas, los medios masivos de comunicación fueron los encargados de llevar a buen término ese tipo de propaganda y dentro de estos podemos nombrar a los omnipresentes comics de superhéroes estadounidenses.
Una de las más grandes esperanzas para la democracia y el modo de vida americano fue sin lugar a dudas el primer superhéroe de la historia de los comics: Superman, el hombre de acero.
Desde su génesis misma, allá por 1938, la creación de Jerry Siegel y Joe Shuster había calado muy profundo en el gusto del pueblo norteamericano, transformándolo en un éxito inmediato. Incluso, su fama llegó a trascender más allá de sus fronteras, desparramándose a supervelocidad por todo el mundo y Alemania no fue la excepción, ya que en cierta forma representaba de alguna manera los sueños pergeñados por Adolf Hitler y compañía con respecto al Übermensch (superhombre) descripto por Friedrich Wilhelm Nietzsche.
Pero su éxito en este país no sería muy duradero, ya que en 1940 la revista Look publicó una nota en la cual se mencionaba el creciente e imparable éxito obtenido por la publicación de Superman en la revista Action Comics. A dicho artículo se le sumaba una historieta de tan solo dos páginas, que estuvo realizada por los mismísimos Siegel y Shuster.
En dicha historia, el hijo de Krypton se encargaba de poner fin a la guerra europea, llevando a Joseph Stalin (por ese entonces aliado de los nazis) y a Adolf Hitler a Ginebra (Suiza). En ese sitio ambos líderes eran castigados por sus crímenes en contra de la humanidad.
“Adolph Hitler y Joseph Stalin, os declaro culpables del mayor crimen de la historia moderna… ¡Agresión no provocada contra países indefensos!”, es la dura sentencia de un juez a unos afligidos ex dictadores, mientras el hombre de acero observa toda esa escena con beneplácito.
Todo este asunto enfureció al líder de la nación alemana y a Joseph Goebbels, el ministro de propaganda del Reich, que tildó a Superman de “Judío circuncidado, tanto física como espiritualmente”. Incluso, el diario del partido Daz Schwerz Korps se encargó de criticar duramente al personaje, acusándolo de ser una fantasía degenerada producto de demócratas liberales (¡Mein Gott!).
Lamentablemente, como Superman es un personaje ficticio, ese final feliz gestado dentro de esas sencillas páginas nunca pudieron verse convertidas en realidad y las ansias de conquista de la nación alemana se vio transformada en una terrible guerra que duraría hasta el año 1945… un conflicto armado que se llevó la vida de millones de personas.
Por esos tiempos, la editorial Timely Cómics -que años más tarde se transformaría en la conocida Marvel Cómics- fue un paso más allá y se encargó de poner en los puestos de revistas un personaje que se transformaría en el héroe por excelencia en la lucha contra los agresores alemanes. El mismo sería El Capitán América y sus creadores fueron nada menos que Jack Kirby y Joe Simmons.
Enfundado en su traje de barras y estrellas, este centinela de la libertad se encargaría de llevar su cruzada al frente de guerra mismo, siendo sus peores enemigos el odiado Hitler y sus sicarios, entre los que se encontraba el malévolo Red Skull.
Pero el arma propagandística estaba en marcha e innumerable cantidad de comics acompañaron a las publicaciones del hombre del mañana en su lucha libertaria. Héroes como Wonder Woman (All Star Comics- 1941), The Shield (Pep Comics- 1/1940), Uncle Sam (National Comics- 7/1940), Captain Victory (Flag Comics- 8/1941), Super American (Fight Comics- 10/1941), Major Victory (Dynamic Comics) y muchos otros se embarcarían de lleno a combatir sin cuartel a todo lo que Hitler, Mussolini, Stalin e Hirohito representaban.
En cientos de apabullantes y coloridas portadas, las acciones de estos héroes marcadamente estereotipados se encargaban de inflamar el espíritu del pueblo norteamericano e incluso hacían tomar conciencia sobre todo lo que estaba sucediendo a lo largo de la sufrida Europa y en las islas del vasto Océano Pacífico.
Como cabría esperar en este tipo de medio masivo, todo ese marcado fervor patriótico se transformó en una auténtica panacea comercial para los editores de cómics y daría pie al nacimiento de la famosa Edad de Oro (Golden Age) de los comics.
Todas esas publicaciones, caracterizadas por guiones repetitivos y dibujos de muy poca calidad, se encargaron de mostrar a esos estrambóticos personajes dándole enormes palizas a los ejércitos del eje del mal, destruyendo poderosas armas enemigas o deteniendo a oscuros saboteadores.
Pero la guerra llegó a su fin y con ella la casi lógica decadencia del genero superheroico, que durante más de 10 años se debatió entre la ñoñez y la chatura. Mientras tanto, las guerras ya no volverían a ser guerras, sino algo peor: Intervenciones militares… un juego de palabras que justificaría de ahí en más el genocidio de siempre.
Y así llegaría la famosa guerra fría. Y la guerra de Corea. Y el muro de Berlín. Y el peligro chino. Y el conflicto de Vietnam. Y el enfrentamiento árabe-israelí. Y el 11-S. Y la guerra del Desierto. Y el terrorismo internacional. Todos estos eventos, y unos cuantos más, fueron instalándose en el mundo como una suerte de holocausto definitivo y sin sentido, hiriendo gravemente el corazón de toda la humanidad… en especial los intereses del pueblo estadounidense.
Y allí estaban nuevamente los comics de superhéroes para representar de alguna manera esos temores que tanto los aquejaban.
Como es de suponer, nuevos villanos fueron presentados en sociedad y de manera inmediata se vieron transformados en iconos representativos de todo lo que no formaba parte de los ideales democráticos, la madre y el pastel de manzanas. Personajes como Crimson Dynamo (Tales of Suspense # 46-10/1963), El Mandarín (Tales of Suspense # 50-2/1964), El Jihad (Suicide Squad # 1-5/1987), Doctor Doom (Fantastic Four # 5-7/1962) o la KGBestia (Batman # 417-3/1988) intentaron someter esos ideales libertarios, siendo detenidos de manera oportuna por el héroe de turno que le tocaba en suerte.
Los superhéroes volvían a tomar partido.
Uno de los casos más significativos que podemos situar en tiempos actuales fue una historia que hizo su aparición en Adventures of Superman N° 427 y 428 (1987). En ella el Superman resurgido luego de la miniserie Crisis en las Tierras Infinitas decide tomar partido por la democracia entrando de manera impune en un país imaginario llamado Qurac, que se encontraba en manos del dictador Marlo, a fin de destruir todas las armas que este posee para someter a su pueblo y a las naciones vecinas.
Extrañamente, unos cuantos años después el presidente George Bush (quien probablemente se haya creído una suerte de Superman) se encargaría de que esa historia fantástica se convirtiera en una dura realidad.
Resulta más que evidente que los cómics/historietas/tebeos suelen transformarse en un reflejo de nuestras existencias. Eso es algo que muchas veces no queremos ni mirar ni tener en cuenta, ya que no siempre ese reflejo es el ideal y, como dijo Nietzsche, “Si miras el abismo largo tiempo, el abismo te devolverá la mirada”.
Hoy, cuando todavía no sabemos bien quien es el enemigo ni quien es la víctima, es muy fácil ver la guerra por la televisión o los diarios. Aun así, y a pesar del gran acceso a la información de la cual disponemos en la actualidad, es muy difícil que podamos llegar a darnos cabal cuenta de lo que es el auténtico horror de aquellos que se ven envueltos en ella.
A veces quisiéramos pensar que todo esto es tan solo un juego y que, con la llegada la noche, los caídos puedan volver a levantarse para dirigirse tranquilamente, como grandes amigos, a descansar a sus hogares.
Muchas veces me sorprendo mirando al cielo en busca de algún superhéroe que logre poner fin a toda esta locura que parece haber hecho presa de todos nosotros. Pero, por desgracia, también pienso que todo eso es tan solo un gesto infantilmente inútil. Y es así como la negra realidad vuelve a golpear nuestras cansadas almas.
Mientras tanto en la televisión nos es mostrada la guerra a todo color y en alta definición, mientras de manera indolente leemos una revista de historietas... y eso no es precisamente una pavada.
Julio Cesar- William Shakespeare
Durante mi querida infancia, allá lejos y hace tiempo, existían ciertas reglas que manejaban de manera casi implacable el mundo de los niños. Entre las niñas era muy común el jugar con las muñecas, en tanto que los varoncitos lo hacíamos con los soldaditos.
Innumerable cantidad de pequeñas figuras de plástico bastante mal moldeadas se encargaron de ocupar horas y horas de mi niñez, enfrascándome en interminables batallas destinadas a conquistar una mísera porción de terreno del jardín de mí casa.
En estas luchas sin cuartel casi no existía la piedad pero, al llegar la noche, todos esos pequeños guerreros volvían a estar en pie.
Sin manchas de sangre y con todos los miembros en su lugar…
Sin rencores ni odios sin sentido…
Sin ambición alguna por esa porción de terreno conquistado…
Y era así, mientras regresaban a su viejo cajón de madera, como todos ellos volvían a ser grandes amigos que se juntaban para dormir el justo sueño de los valientes.
En nuestra inocencia, esas guerras eran tan solo un simple juego... como una pequeña competición entre amigos para ver quién era el primero en leer alguna revista de historietas nueva.
Pero, por desgracia, la infancia no es eterna y la guerra no es precisamente ninguna pavada.
Una de las armas que quizá más ha ayudado a los soldados en los frentes de guerra de todo el mundo y de todos los tiempos no fueron precisamente las balas, los aviones o los tanques, sino algo conocido como propaganda.
Actuando a nivel psicológico, miles y miles de panfletos -ya fueran para alentar a los supuestos buenos o para denigrar a los supuestos malos- han caído hacia uno u otro lado de las líneas de batalla.
Que la democracia y el fascismo.
Que la libertad y la intolerancia.
Que fulano y mengano.
Toda una serie de frases rimbombantes, de un marcado tono nacionalista, se convirtieron en los caballitos de batalla que fueron montados tanto de un lado como del otro (¡Con Dios como testigo!) en un intento por desacreditar o ridiculizar a su enemigo declarado.
Como siempre sucede en este tipo de cosas, los medios masivos de comunicación fueron los encargados de llevar a buen término ese tipo de propaganda y dentro de estos podemos nombrar a los omnipresentes comics de superhéroes estadounidenses.
Una de las más grandes esperanzas para la democracia y el modo de vida americano fue sin lugar a dudas el primer superhéroe de la historia de los comics: Superman, el hombre de acero.
Desde su génesis misma, allá por 1938, la creación de Jerry Siegel y Joe Shuster había calado muy profundo en el gusto del pueblo norteamericano, transformándolo en un éxito inmediato. Incluso, su fama llegó a trascender más allá de sus fronteras, desparramándose a supervelocidad por todo el mundo y Alemania no fue la excepción, ya que en cierta forma representaba de alguna manera los sueños pergeñados por Adolf Hitler y compañía con respecto al Übermensch (superhombre) descripto por Friedrich Wilhelm Nietzsche.
Pero su éxito en este país no sería muy duradero, ya que en 1940 la revista Look publicó una nota en la cual se mencionaba el creciente e imparable éxito obtenido por la publicación de Superman en la revista Action Comics. A dicho artículo se le sumaba una historieta de tan solo dos páginas, que estuvo realizada por los mismísimos Siegel y Shuster.
En dicha historia, el hijo de Krypton se encargaba de poner fin a la guerra europea, llevando a Joseph Stalin (por ese entonces aliado de los nazis) y a Adolf Hitler a Ginebra (Suiza). En ese sitio ambos líderes eran castigados por sus crímenes en contra de la humanidad.
“Adolph Hitler y Joseph Stalin, os declaro culpables del mayor crimen de la historia moderna… ¡Agresión no provocada contra países indefensos!”, es la dura sentencia de un juez a unos afligidos ex dictadores, mientras el hombre de acero observa toda esa escena con beneplácito.
Todo este asunto enfureció al líder de la nación alemana y a Joseph Goebbels, el ministro de propaganda del Reich, que tildó a Superman de “Judío circuncidado, tanto física como espiritualmente”. Incluso, el diario del partido Daz Schwerz Korps se encargó de criticar duramente al personaje, acusándolo de ser una fantasía degenerada producto de demócratas liberales (¡Mein Gott!).
Lamentablemente, como Superman es un personaje ficticio, ese final feliz gestado dentro de esas sencillas páginas nunca pudieron verse convertidas en realidad y las ansias de conquista de la nación alemana se vio transformada en una terrible guerra que duraría hasta el año 1945… un conflicto armado que se llevó la vida de millones de personas.
Por esos tiempos, la editorial Timely Cómics -que años más tarde se transformaría en la conocida Marvel Cómics- fue un paso más allá y se encargó de poner en los puestos de revistas un personaje que se transformaría en el héroe por excelencia en la lucha contra los agresores alemanes. El mismo sería El Capitán América y sus creadores fueron nada menos que Jack Kirby y Joe Simmons.
Enfundado en su traje de barras y estrellas, este centinela de la libertad se encargaría de llevar su cruzada al frente de guerra mismo, siendo sus peores enemigos el odiado Hitler y sus sicarios, entre los que se encontraba el malévolo Red Skull.
Pero el arma propagandística estaba en marcha e innumerable cantidad de comics acompañaron a las publicaciones del hombre del mañana en su lucha libertaria. Héroes como Wonder Woman (All Star Comics- 1941), The Shield (Pep Comics- 1/1940), Uncle Sam (National Comics- 7/1940), Captain Victory (Flag Comics- 8/1941), Super American (Fight Comics- 10/1941), Major Victory (Dynamic Comics) y muchos otros se embarcarían de lleno a combatir sin cuartel a todo lo que Hitler, Mussolini, Stalin e Hirohito representaban.
En cientos de apabullantes y coloridas portadas, las acciones de estos héroes marcadamente estereotipados se encargaban de inflamar el espíritu del pueblo norteamericano e incluso hacían tomar conciencia sobre todo lo que estaba sucediendo a lo largo de la sufrida Europa y en las islas del vasto Océano Pacífico.
Como cabría esperar en este tipo de medio masivo, todo ese marcado fervor patriótico se transformó en una auténtica panacea comercial para los editores de cómics y daría pie al nacimiento de la famosa Edad de Oro (Golden Age) de los comics.
Todas esas publicaciones, caracterizadas por guiones repetitivos y dibujos de muy poca calidad, se encargaron de mostrar a esos estrambóticos personajes dándole enormes palizas a los ejércitos del eje del mal, destruyendo poderosas armas enemigas o deteniendo a oscuros saboteadores.
Pero la guerra llegó a su fin y con ella la casi lógica decadencia del genero superheroico, que durante más de 10 años se debatió entre la ñoñez y la chatura. Mientras tanto, las guerras ya no volverían a ser guerras, sino algo peor: Intervenciones militares… un juego de palabras que justificaría de ahí en más el genocidio de siempre.
Y así llegaría la famosa guerra fría. Y la guerra de Corea. Y el muro de Berlín. Y el peligro chino. Y el conflicto de Vietnam. Y el enfrentamiento árabe-israelí. Y el 11-S. Y la guerra del Desierto. Y el terrorismo internacional. Todos estos eventos, y unos cuantos más, fueron instalándose en el mundo como una suerte de holocausto definitivo y sin sentido, hiriendo gravemente el corazón de toda la humanidad… en especial los intereses del pueblo estadounidense.
Y allí estaban nuevamente los comics de superhéroes para representar de alguna manera esos temores que tanto los aquejaban.
Como es de suponer, nuevos villanos fueron presentados en sociedad y de manera inmediata se vieron transformados en iconos representativos de todo lo que no formaba parte de los ideales democráticos, la madre y el pastel de manzanas. Personajes como Crimson Dynamo (Tales of Suspense # 46-10/1963), El Mandarín (Tales of Suspense # 50-2/1964), El Jihad (Suicide Squad # 1-5/1987), Doctor Doom (Fantastic Four # 5-7/1962) o la KGBestia (Batman # 417-3/1988) intentaron someter esos ideales libertarios, siendo detenidos de manera oportuna por el héroe de turno que le tocaba en suerte.
Los superhéroes volvían a tomar partido.
Uno de los casos más significativos que podemos situar en tiempos actuales fue una historia que hizo su aparición en Adventures of Superman N° 427 y 428 (1987). En ella el Superman resurgido luego de la miniserie Crisis en las Tierras Infinitas decide tomar partido por la democracia entrando de manera impune en un país imaginario llamado Qurac, que se encontraba en manos del dictador Marlo, a fin de destruir todas las armas que este posee para someter a su pueblo y a las naciones vecinas.
Extrañamente, unos cuantos años después el presidente George Bush (quien probablemente se haya creído una suerte de Superman) se encargaría de que esa historia fantástica se convirtiera en una dura realidad.
Resulta más que evidente que los cómics/historietas/tebeos suelen transformarse en un reflejo de nuestras existencias. Eso es algo que muchas veces no queremos ni mirar ni tener en cuenta, ya que no siempre ese reflejo es el ideal y, como dijo Nietzsche, “Si miras el abismo largo tiempo, el abismo te devolverá la mirada”.
Hoy, cuando todavía no sabemos bien quien es el enemigo ni quien es la víctima, es muy fácil ver la guerra por la televisión o los diarios. Aun así, y a pesar del gran acceso a la información de la cual disponemos en la actualidad, es muy difícil que podamos llegar a darnos cabal cuenta de lo que es el auténtico horror de aquellos que se ven envueltos en ella.
A veces quisiéramos pensar que todo esto es tan solo un juego y que, con la llegada la noche, los caídos puedan volver a levantarse para dirigirse tranquilamente, como grandes amigos, a descansar a sus hogares.
Muchas veces me sorprendo mirando al cielo en busca de algún superhéroe que logre poner fin a toda esta locura que parece haber hecho presa de todos nosotros. Pero, por desgracia, también pienso que todo eso es tan solo un gesto infantilmente inútil. Y es así como la negra realidad vuelve a golpear nuestras cansadas almas.
Mientras tanto en la televisión nos es mostrada la guerra a todo color y en alta definición, mientras de manera indolente leemos una revista de historietas... y eso no es precisamente una pavada.
Muy buena nota Daniel, por suerte también hay algunos comics anti bélicos u otros que usan los "villanos" al estilo craneo rojo para pegarle un palo con su discurso al país de las barras y estrellas, pero claro "siempre ganan los buenos".
ResponderEliminarLos comics de superheroes son muy curiosos por que siempre se termina tratando de politica, podes llamarlos aliens invasores, seres de otra dimensión o lo que sea pero siempre se trata de aquel que "corrompe" los ideales americanos y puede hacer que su pueblo piense o vea el mundo de otra manera . ahora después del 11S todos los aliens, zombies, fantasmas, monstruos, y conquistadores dimensionales son terroristas