Dentro del vasto panorama de la ilustración argentina hubo auténticos privilegiados que supieron diferenciarse del resto de sus coterráneos a la hora de plasmar, en un lienzo o en una simple hoja de papel, toda esa creatividad que anidaba en el interior de sus almas de una manera harto ingeniosa e innovadora.
Uno de estos grandes creadores fue Florencio Molina Campos cuyos trabajos, relacionados con las costumbres camperas y el vasto paisaje pampeano, han sabido granjearse el reconocimiento tanto en nuestro país como en el resto del mundo.
Nacido en la ciudad de Buenos Aires el 21 de agosto de 1891, Molina Campos fue hijo de una importante familia castrense fuertemente enraizada en el acontecer de la historia argentina. Para nada interesado por llevar adelante la vida militar, pero totalmente seducido por la vida campestre desde muy pequeño, comenzó a exponer sus obras pictóricas a partir de junio de 1921 en la Sociedad Rural de Palermo.
Al ser testigo de la magnífica labor desarrollada por este pintor, el mismísimo Presidente de la Nación Marcelo T. De Alvear lo premió con una cátedra en el Colegio Nacional Nicolás Avellaneda. Posteriormente, su labor en la enseñanza se extendería a la Escuela Nacional de Bellas Artes.
A partir de 1931 su obra comenzó a ser conocida y admirada en todo el mundo, realizándose numerosas exposiciones en algunas ciudades estadounidenses y europeas, principalmente en Francia y Alemania.
Fue por esos tiempos en que comenzó a ilustrar los famosos almanaques para la firma Alpargatas, los cuales fueron editados entre 1931-36, 1940-45 y 1961-62. Todo esto se encargaría de popularizar los trabajos creativos de Molina Campos y elevar la categoría de dichos calendarios (que, en su momento supimos tener en mi casa) a la de una cabal muestra de exquisita expresión artística.
El célebre animador Walt Disney se puso en contacto con Molina Campos en 1942 y lo contrató como asesor de un equipo de dibujantes que se hallaba abocado a la realización de tres cortos animados que se iban a desarrollar en la pampa argentina.
-MOLINA CAMPOS (DER.) JUNTO A WALT DISNEY (IZQ.)- |
Debido a desavenencias creativas con los Estudios Disney, terminó renunciando al proyecto y las tres películas que habían sido pensadas terminaron transformándose en una sola, la cual fue interpretada por el personaje conocido como Goofy.
En ese mismo año realizaría las ilustraciones para el "Fausto" de Estanislao del Campo (publicado por Editorial Kraft) y en 1946 publicaría el libro “Vida Gaucha”, realizado para los estudiantes del idioma español en los EE.UU. También realizó y bosquejó ilustraciones para “Tierra Purpurea” de Guillermo Enrique Hudson, “Martín Fierro” de José Hernandez y “Don Segundo Sombra” de Ricardo Güiraldes.
Dentro de sus múltiples actividades podemos nombrar los almanaques que ilustró para la compañía norteamericana Mineapolis-Moline, afiches, naipes, estampillas y láminas de los originales. Varias de sus pinturas fueron publicados en algunos museos del oeste norteamericano.
Sus trabajos pictóricos pueden ser analizados, por lo menos yo lo veo de esa forma, a través de dos rasgos claramente diferenciados.
El primero de ellos son los detallados entornos en los que se desarrolla la acción, nacidos del agudo sentido de observación que caracterizaban a Molina Campos. Algunos “especialistas en arte” han criticado duramente dicha técnica, remarcando sobre todo el poco espacio que ocupan los paisajes dentro de su obra -por regla general el tercio inferior del mismo-. Particularmente, considero que ese detalle es un auténtico logro por parte del artista, ya que muestra de manera cabal la característica chatura que es propia de la llanura pampeana argentina.
El otro rasgo de importancia son los personajes que se desenvuelven dentro de ese ambiente. Los gauchos, las chinas (mujeres), los pulperos, los mulatos, los perros y los caballos, auténticos arquetipos de la tradición gaucha propios de nuestras tierras, poseen una fisonomía de cualidades excesivamente caricaturescas. Sus fieros rostros de enormes bocas, sus ojos saltones y exageradas posturas, detalles que los hacen destacar por encima del paisaje campestre, adquieren un extraño tipo de belleza que resulta ser única e inconfundible para todo aquel que pueda llegar a apreciar algunos de los trabajos realizados por este insigne artista plástico.
Florencio Molina Campos falleció en la ciudad de Buenos Aires el 16 de Noviembre de 1959.
-GALERIA DE IMAGENES-
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